El derby de los penúltimos

Iwasaki o el inquietante arte de leer

La historia de las naciones y sus literaturas suele decidirse en fechas silenciosas y aun secretas. La noche en que Vargas Llosa, afiebrado y feliz, terminó de leer Madame Bovary se consolidó la vocación realista del mejor narrador peruano y, previsiblemente, de sus muchos imitadores. Al persistente influjo de esta vocación en sensibilidades menos dotadasdebemos minuciosas representaciones de cantinas de cartón y delincuentes de zarzuela, la pobre estética que se imparte en los colegios y la piadosa celebración de dramones en los que niños indigentes son comparados con gallinazos desplumados. Debemos también que hoy, en el Perú, el sentido común dicte que un relato deba apegarse a las leyes de la realidad, aunque hasta ahora ni la ciencia ni lafilosofía sospechen la naturaleza de dichas leyes. Por eso resulta tan importante en nuestro medio la aparición de escritores que, como Santiago del Prado y Fernando Iwasaki, desplieguen una variedad de recursos en los que el humor, la imaginación y una exquisita cultura hacen de un relato algo más que el “espejo de la vida”. Un milagro informal es una selección de lo que el autor considera susmejores o más representativos relatos, selección con la que podemos

discrepar quienes conocemos el resto de su obra,1 pero cuyo conjunto presenta una solidez que no se ve afectada por la diversidad de sus temas y maneras. Porque si bien apreciamos una cierta irregularidad en la factura de sus 14 cuentos, es evidente la originalidad de su autor, quien plasma en cada uno de ellos una nítida marcapersonal, es decir, un estilo propio, rico en influencias mas inconfundible. Fácilmente los lectores de gustos diversos estarán de acuerdo en decidir cuál es el mejor relato de la colección. Definir cuál es el menos afortunado es mucho más difícil, pues todos, por una u otra razón, merecen una lectura atenta y, lo que es más importante, la gratitud de sus lectores. Quizás sea útil mencionar que, demanera iconoclasta, el autor ha cultivado cuatro géneros tradicionalmente subestimados en el Perú: el cuento policial (“La invención del héroe”), el erotismo (“A Troya, Helena”), el relato fantástico (“La sombra del guerrero”) y el relato de terror (“El ritual”), todos ellos producto de su afición por la literatura británica. Nada británico, sin embargo, es su sentido del humor, bastante criollo ydecididamente alegre, vigoroso heredero del ingenio de Ricardo Palma y los satíricos limeños, y tal vez de la tradición carnavalesca. “Un muerto en Cocharcas”, por ejemplo, nos muestra la pesquisa de un sargento y un cabo en el intento de hallar al responsable de un asesinato que todos los sospechosos deseaban (en claro homenaje a Agatha Christie); las
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Deploramos la ausencia de cuentos comoMal negro es el congo, Mar del Sur y Eco Yoruba, inspirados

intervenciones del cabo son de una hilaridad subversiva que no pueden dejar de recordarnos a los bufones del Renacimiento isabelino. Al mismo tiempo este humor festivo es instrumento para aproximarse a una realidad que resulta amenazadora, ambigua y a menudo ominosa. El humor de Iwasaki, como suele suceder en el arte, es una buenamanera de ver (y tocar) seres y temas que de otro modo nos resultarían asfixiantes o repulsivos: el delirio terrorista (“Rock in the Andes”), la represión sexual (“El vuelo de la libélula”), la obscena miseria y la violencia cotidiana (“Un muerto en Cocharcas”) o el demencial absurdo del Estado (“Un milagro informal”). En este último relato, que da título al libro, el protagonista es un inmigranteprovinciano que en el lapso de pocas horas se encuentra elevado a las alturas del poder político a causa de una inocente confusión. Aunque los acontecimientos se desarrollan en un tono festivo y transparente, esta parábola está cercana a las de Kafka: en Latinoamérica vivimos sometidos a la enigmática insensatez de un poder que en cualquier momento puede destruirnos, aun sin proponérselo....