El Maleficio

Páginas: 408 (101973 palabras) Publicado: 16 de octubre de 2012
Maleficio

King, Stephen
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Maleficio
Sobrecubierta
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Stephen King Maleficio

Capítulo I Ciento uno
–Más delgado -susurró el viejo gitano de nariz macilenta a William Halleck, mientras éste y su esposa, Heidi, salían del juzgado. Sólo una palabra, emitida con su aliento dulzón y empalagoso. –Más delgado. Y antes de que Halleckpudiera apartarse, el viejo gitano alargó la mano y acarició su mejilla con un dedo contrahecho. Sus labios se ofrecían abiertos como una herida, mostrando unos pocos dientes que sobresalían de sus encías. Eran verdes y negruzcos. Su lengua se retorció entre ellos y luego se deslizó por sus sonrientes y amargos labios. –Más delgado. Este recuerdo asaltó a Billy Halleck, oportunamente, mientras sehallaba de pie en la balanza, a las siete de la mañana, con una toalla enrollada a la cintura. El aroma de

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los huevos con tocino llegaba desde el piso de abajo. Tuvo que inclinarse levemente hacia delante para leer los números. Bueno…, en realidad, tuvo que inclinarse hacia delante algo más que levemente. En realidad, se inclinó más de la cuenta. Era un hombre gordo. Demasiado grueso,como al doctor Houston le gustaba decir. Por si alguien no te lo dice, permíteme informarte -le había dicho Houston después de su último chequeo-. Un hombre de tu edad, ingresos y hábitos entra en el club del infarto, más o menos, a los treinta y ocho años, Billy. Tienes que perder algo de peso. Pero esa mañana había buenas noticias. Había bajado casi un kilo y medio, de ciento tres a ciento uno ymedio. Bueno…, en realidad el peso dio ciento cuatro la última vez que tuvo el valor de ponerse allí a echar un vistazo, pero llevaba los pantalones puestos, y algunas monedas sueltas en los bolsillos, sin mencionar su

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llavero y su cuchillo del ejército suizo, y la balanza del cuarto de baño del piso de arriba tenía tendencia a marcar de más… Estaba moralmente seguro de ello. Y comobuen muchacho criado en Nueva York, había oído que los gitanos tenían el don déla profecía. Tal vez ésta fuese la prueba. Trató de reírse y sólo pudo emitir una breve y no muy lograda sonrisa; aún era demasiado pronto para reírse de los gitanos. El tiempo pasaría y las cosas se verían en perspectiva; era lo suficientemente mayor como para saberlo. Pero aún le ponía enfermo su barriga demasiadoprominente al pensar en los gitanos, y deseaba de todo corazón no ver ninguno más en su vida. A partir de ese momento dejaría de lado la lectura de la mano en las fiestas y se mostraría partidario del tablero guija. Eso es… –¿Billy? La voz venía del piso de abajo. –¡Ya voy!

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Se vistió, notando con un malestar casi subliminal que, a pesar de haber adelgazado casi un kilo y medio, la cinturade sus pantalones le quedaba apretada de nuevo. Su cintura medía en ese momento ciento siete centímetros. Había dejado de fumar, exactamente, a las 12:01 del día de Año nuevo, pero tuvo que pagarlo. Oh, y de qué manera. Se dirigió al piso de abajo con el cuello desabrochado y la corbata colgando. Linda, su hija mayor de catorce años, salía por la puerta con un revuelo de falda y el vaivén de sucola de caballo, atada aquella mañana con una cinta muy sexy de terciopelo. Llevaba los libros debajo del brazo. Dos llamativas borlas de animadora, púrpuras y blancas, se rozaban en su otra mano. –¡Adiós, papi! –Que lo pases bien, Lin. Se sentó a la mesa y tomó el Wall Street Journal. –Cariño… -le saludo Heidi.

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–Querida mía -respondió pomposamente, y dejó boca abajo el Journal al ladode la indolente Susan. Ésta colocó el desayuno delante de él: un humeante montón de huevos revueltos, un panecillo inglés con pasas y cinco tiras de crujiente tocino al estilo campestre. Buenos alimentos. La mujer se deslizó en el asiento enfrente de él, en el rincón de los desayunos y encendió un Vantage 100. Enero y febrero habían sido tensos: demasiadas "discusiones" que sólo sirvieron para...
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