El sabio tibetano
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LOBSANG RAMPA
se producirá algún acontecimiento que pruebe que mis libros dicen la verdad. Pero desde ya afirmo que no contestaré ninguna pregunta acerca de sucontenido. Con mótivo de mis otras obras recibí una enorme correspondencia, pero la gente no incluye siquiera los gastos de franquea para la respuesta y, teniendo en cuenta las actuales tarifas postales, a veces contestar la carta de un lector cuesta más de lo que él pagó para comprar el libro. Aquí está mi obra. Espero que les guste. Confío en que la encuentren creíble, si así no fuera, tal vezesas personas no hayan alcanzado todavía la etapa evolutiva necesaria.
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CAPITULO I
— ¡Lobsang! ¡LOBSANG! Confusamente comencé a emerger de las profundidades de un sueño producido por el agotamiento. Había sido un día terrible y ahora. . . me llamaban. La voz retumbó de nuevo: — ¡Lobsang! De pronto sentí a mi alrededor una conmoción, abrí los ojos y creí que la montaña se me caía encima.Una mano me alcanzó y, con un rápido tirón, me arrancó de mi lugar de reposo y me empujó hacia un costado, apenas a tiempo, pues una roca inmensa, de bordes filosos, se deslizó tras de mí y me desgarró la ropa. Me levanté de un salto y seguí a mi acompañante, semiaturdido, a un pequeño saliente, en la parte más extrema de lo que había sido una minúscula ermita. A nuestro alrededor arreciaban lasrocas y la nieve que se precipitaban hacia abajo. Repentinamente observamos la encorvada figura del viejo ermitaño que trataba de llegar a la mayor velocidad posible hasta el lugar en que nos encontrábamos. Pero no lo logró: una enorme masa de rocas rodó por la montaña y barrió con la ermita, el ermitaño y el saliente sobre el cual había estado apoyada aquélla, una prominencia que medía alrededorde sese nta metros y q ue voló co mo una hoj a en u na tormenta. Mi Guía, el Lama Mingyar Dondup, me sostenía firmemente por los hombros. La oscuridad nos rodeaba: ni un solo destello de luz proveniente de las estrellas o 11
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de las vacilantes velas de las casas de Lhasa. Todo era oscuridad a nuestro alrededor. Súbitamente se produjo una nueva andanada de inmensas rocas,acompañadas por arena, nieve y hielo. El saliente sobre el cual nos encontrábamos en forma precaria se inclinó hacia la montaña y nos deslizamos sin cesar y, aparentemente, sin fin. Por último, nos detuvimos en medio d e un gran estrépito . Creo que d urante un cierto tiempo estuve desvanecido, pues recuperé de una manera repentina la conciencia, y comencé a pensar de nuevo en las circunstancias que...
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