Endorfinas
Relegados a curiosidades del pasado, nos atuvimos a usar nuestras ropas de colores y nuestros viejos chistes como propaganda, como afiches vendedores de tal o cual fármaco para la risa,aunque lo cierto era que ya no la causábamos, y peor aún, ya no nos causábamos risa ni a nosotros, que de ella habíamos hecho oficio; que cuando la crisis social se hizo aguda nos habíamos hecho tanrequeridos… apenas aparecieron las primeras pastillas todo te daba risa y pensamos, todos, que se trataba de una exacerbación de las cualidades del estímulo… los payasos nos creímos importantes como nuncalo habíamos sido, tan celebrados éramos, tan competitivos nos volvimos: “eso no es ser payaso”, decía uno con aires de saber más que cualquiera, “y que eso está bien, y eso está mal, y que sí que no”,y parecía que el que peor veía al otro era el que más sabía de la vida, y un día, también, no sabría decir cuando, los hombres sabios también se empezaron a parecer a los payasos, grises comediantesque se reían y daban la fórmula mejorada de la última versión de la pastilla de la risa, y de la forma de la realidad, reían todos los hombres y mujeres sabios, porque sentirse así les parecía...
Regístrate para leer el documento completo.