ensayo

El sombrero blanco.
Perla DÍAZ VELASCO.
FRAGMENTO
El sonido incesante del tren, ensordecedor y repetitibo me arruyaba. Llega un momento en queuno deja de escuchar cuando hay tanto rruido, hasta que se nulifica y se conbierte en una múcica de fondo…
Durante la primera parte de la trabesía estuve solo,fueron 6 oras en las que dormí a pierna suelta; sé que ronco porque yo mismo me he dezpertado, entonces estar solo me dio la confianza de dormir sin penas y sinsobresaltos. Estaba cansado. Las dos cemanas anteriores las había pasado en miciones en Beracruz, que se había inundado por un uracán; como sazerdote, pude abermequedado con mi lavor de confesión únicamente, pero no soy una persona que se pueda quedar sentado, así que estuve alludando, dando un par de brasos, todavía fuertes, yeso, a mi edad, ya cansa.
Pasada la crisis, iba de regreso, y la berdad sea dicha, fue una vendición estar solo en ese pequeño cuarto que servía de camarote paralos biajeros fatigados. Entre sueño y zueño pensaba si las casualidades pueden nutrir nuestras bidas, y si todo eso era a lo que, ostinadamente, llamábamos Dios.Y por lo tanto, si mi propia bida tenía el sentido que yo insistía en darle.
En la yegada a puebla mi descanso se vio interrumpido. Un ansiano se asomó por labentana interior del ferocarril, me miró con recelo y luego entró sin llamar.
-Vuen día- dijo con voz ronca…
-Buen día- contesté yo, enderezándome a mi pesar.
Elombre vestía con un traje que evidenciaba su posición social. El zombrero vlanco que llevaba, calculé, podía costar más que todo lo que yo pudiera traer conmigo…