Ensayos
En aquel entonces –hace tan sólo cuatro décadas–, la versión más popular del fin de los tiempos climatológico decía que se avecinaba una nueva glaciación. Se reconocía la existencia de los cinco gases naturales de efecto invernadero (vapor de agua, ozono, metano, dióxido de carbono y óxidos de nitrógeno), pero se consideraba que la amenaza más seria para las generacionesfuturas no provenía de su drástico incremento o disminución en la atmósfera, sino del aumento de los artificiales aerosoles o clorofluorocarburos generados por la contaminación atmosférica de origen humano. En instituciones como la National Science Board de EE.UU. y publicaciones como Science se sostenía que la tendencia de las últimas tres décadas apuntaba a la probabilidad de que las temperaturasglobales siguieran disminuyendo, con consecuencias que podían llegar a ser catastróficas para la vida en el planeta. Para remate, en 1975 Newsweek publicó un artículo alarmista, “The Cooling World”, donde se leía que la ya inminente “pequeña glaciación” causaría “hambrunas catastróficas”, “sequías devastadoras”, “destructores tornados”, “inundaciones y monzones no estacionales”. De paso, seculpaba a los gobernantes de no tomarse en serio esta muy real amenaza al no adoptar medidas de precaución como, por ejemplo, acumular ingentes reservas de comida.
Así, en los años setenta del pasado siglo, la idea de un cambio climático brusco y catastrófico causado o agravado por la acción del hombre ya era del conocimiento de la opinión pública. Los supuestos culpables eran otros y los anunciadosefectos eran de signo contrario a los que hoy, y desde hace menos de dos décadas, integran la doxa de nuestros contemporáneos en punto a Apocalipsis climático. Vale la pena recordar esta contradicción, y no sólo porque los datos científicos en los que ambas predicciones están basadas sean sustancialmente los mismos. No estaríamos ante el primer caso de manipulación de investigaciones o datoscientíficos con intenciones acientíficas o tendenciosas; Martin Gardner escribió en los cincuenta un librito delicioso (Fads & Fallacies In the Name of Science) en el que exponía algunas de las teorías astronómicas, geológicas, genéticas y médicas más delirantes, nacidas de la colisión entre ideas científicas y cerebros paranoicos. Valga también esta evocación liminar de contrapeso a la credulidadrayana en la superstición de nuestros contemporáneos en cuanto oyen pronunciar la palabra “ciencia”. No es mi intención repetir el conocido lamento de C. P. Snow; que de la Física la mayoría de los mortales tengamos el mismo nivel de conocimientos que nuestros ancestros del Neolítico es una verdad palmaria, pero eso no impide que los físicos hagan su trabajo. La ignorancia sirve, por ejemplo, para...
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