filosofia

Páginas: 33 (8001 palabras) Publicado: 17 de octubre de 2013
Lo más preciado

“Toda nuestra ciencia, comparada con la realidad, es primitiva e infantil...;
y sin embargo, es lo más preciado que tenemos.”
(Albert Einstein)

Cuando bajé del avión, el hombre me esperaba con un pedazo de cartón en el que estaba escrito mi nombre.
Yo iba a una conferencia de científicos y comentaristas de televisión dedicada a la aparentemente imposible
tareade mejorar la presentación de la ciencia en la televisión comercial. Amablemente, los organizadores me
habían enviado un chófer.
Le molesta que le haga una pregunta? me dijo mientras esperábamos la maleta.
No, no me molestaba.
No es un lío tener el mismo nombre que el científico aquel?
Tardé un momento en comprenderlo. Me estaba tomando el pelo? Finalmente lo entendí.
Yo soy elcientífico aquel respondí.
Calló un momento y luego sonrió.
Perdone. Como ése es mi problema, pensé que también sería el suyo.
Me tendió la mano.
Me llamo William F. Buckley.

(Bueno, no era exactamente William F. Buckley, pero llevaba el nombre de un conocido y polémico
entrevistador de televisión, lo que sin duda le había valido gran número de inofensivas bromas.)

Mientras nosinstalábamos en el coche para emprender el largo recorrido, con los limpiaparabrisas
funcionando rítmicamente, me dijo que se alegraba de que yo fuera el científico aquel porque tenía muchas
preguntas sobre ciencia. )Me molestaba?

No, no me molestaba.
Y nos pusimos a hablar. Pero no de ciencia. Él quería hablar de los extraterrestres congelados que
languidecían en una base de las FuerzasAéreas cerca de San Antonio, de canalización (una manera de oír lo
que hay en la mente de los muertos... que no es mucho, por lo visto), de cristales, de las profecías de
Nostradamus, de astrología, del sudario de Turín... Presentaba cada uno de estos portentosos temas con un
entusiasmo lleno de optimismo, Yo me veía obligado a decepcionarle cada vez.

La prueba es insostenible le repetía unay otra vez. Hay una explicación mucho más sencilla.

En cierto modo era un hombre bastante leído. Conocía los distintos matices especulativos, por ejemplo,
sobre los continentes hundidos de la Atlántida y Lemuria. Se sabía al dedillo cuáles eran las expediciones
submarinas previstas para encontrar las columnas caídas y los minaretes rotos de una civilización
antiguamente grande cuyosrestos ahora sólo eran visitados por peces luminiscentes de alta mar y calamares
gigantes. Sólo que... aunque el océano guarda muchos secretos, yo sabía que no hay la más mínima base
oceanográfica o geofísica para deducir la existencia de la Atlántida y Lemuria. Por lo que sabe la ciencia hasta
este momento, no existieron jamás. A estas alturas, se lo dije de mala gana.

Mientras viajábamosbajo la lluvia me di cuenta de que el hombre estaba cada vez más taciturno. Con lo que
yo le decía no sólo descartaba una doctrina falsa, sino que eliminaba una faceta preciosa de su vida interior.

Y, sin embargo, hay tantas cosas en la ciencia real, igualmente excitantes y más misteriosas, que presentan
un desafío intelectual mayor... además de estar mucho más cerca de la verdad. Sabíaalgo de las moléculas de
la vida que se encuentran en el frío y tenue gas entre las estrellas? Había oído hablar de las huellas de
nuestros antepasados encontradas en ceniza volcánica de cuatro millones de años de antigüedad? Y de la
elevación del Himalaya cuando la India chocó con Asia? 0 de cómo los virus, construidos como jeringas
hipodérmicas, deslizan su ADN más allá de las defensasdel organismo del anfitrión y subvierten la maquinaria reproductora de las células; o de la búsqueda por radio de inteligencia extraterrestre; o de la
recién descubierta civilización de Ebla, que anunciaba las virtudes de la cerveza de Ebla? No, no había oído
nada de todo aquello. Tampoco sabía nada, ni siquiera vagamente, de la indeterminación cuántica, y sólo
reconocía el ADN como tres...
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