habia una vez un hombre que vivia junto a un cementerio

Páginas: 5 (1204 palabras) Publicado: 29 de abril de 2013

Había una vez un hombre que vivía junto a un cementerio. Su casa tenía un piso bajo de piedra y un piso alto de madera. Las ventanas delanteras daban a la calle y las traseras al cementerio. Había pertenecido anteriormente al cura del lugar, pero (esto ocurría en tiempos de la reina Isabel) el buen párroco era hombre casado y necesitaba más habitaciones; además, a su esposa le disgustaba verel cementerio por la noche, desde la ventana de su habitación. Decía que veía… ¡pero no os importe lo que decía! De cualquier modo, no dio tregua a su esposo hasta que éste consintió en mudarse a una casa mayor, en la calle del pueblo; entonces la antigua fue alquilada por John Poole, un viudo que la habitaba solo. Era hombre de edad, aficionado a guardar todo para sí y las gentes decían que teníano poco de avaro.

Esto era más que verosímil, pues si el hombre era morboso en otros sentidos, ¿por qué no lo iba a ser en aquél? En esos tiempos era común enterrar a los muertos de noche, a la luz de las antorchas; y se observó que siempre que había un entierro, John Poole estaba en su ventana, ya en el piso bajo, ya en el alto, según desde cuál de los dos pudiese verlo mejor.

Llegó unanoche en que iba a ser enterrada una vieja. Mujer de buenos dineros, pero poco apreciada en el lugar. De ella se había dicho lo de siempre: que no era cristiana, y que en noches tales como la de Difuntos y San Juan no sería fácil encontrarla en casa. Tenía los ojos rojos, era espantosa de ver y nunca un mendigo llamó a su puerta. A pesar de todo, cuando murió dejó una buena bolsa de dinero a laiglesia.

No había tormenta la noche que la enterraron; estaba en calma y despejada. Pero hubo cierta dificultad para encontrar quienes portasen el cuerpo y las antorchas, aunque ella había dejado honorarios más que generosos para los que hicieran el trabajo. Fue enterrada envuelta en un paño, sin ataúd. No asistieron sino los imprescindibles –y John Poole, que espiaba en su ventana- . Justo antesde que la tumba fuese empezada a rellenar de tierra, el sacerdote se agachó y arrojó algo sobre el cuerpo –algo que tintineó- y en voz baja murmuró unas cuantas palabras que sonaron a algo así como «Perezca contigo tu dinero». Después se alejó apresuradamente, y lo mismo hicieron los demás, excepto uno que se quedó con una antorcha para alumbrar al sacristán y a su hijo mientras echaban tierra alhoyo. No debieron hacer un trabajo muy limpio, pues al día siguiente, domingo, los asistentes a la iglesia criticaron muy duramente al sacristán, diciendo que era la tumba más descuidada del cementerio. Y desde luego, cuando fue el hombre a constatarlo por sí mismo, la encontró tan mal que hasta le pareció peor aún que como la había dejado él la noche anterior.
Mientras tanto, John Poole andabapor ahí con un aire curioso, mitad exultante, por así decir, mitad nervioso. Más de una vez pasó la velada en la taberna, lo que estaba en franco desacuerdo con sus usos habituales; y a cuantos entablaron conversación con él allí les insinuó que había entrado en posesión de algún dinero y que estaba buscando una casa mejor.

—Bien, no me extraña —dijo el herrero una noche—; a mí no me gustaríanada vivir allí. Estaría toda la noche imaginando cosas.

El tabernero le preguntó qué clase de cosas.

—Bueno, quizá que alguien trepaba a la ventana del dormitorio o algo por el estilo —dijo el herrero—. No sé…, por ejemplo, la vieja madre Wilkins, que fue enterrada hace una semana, ¿eh?

—Vaya, creo que deberías tener más consideración con los sentimientos de la gente —dijo el tabernero—. Lacosa no es tan graciosa para Master Poole, digo yo.

—Master Poole no se preocupa de eso —dijo el herrero—. Lleva allí tiempo bastante para saber lo que hay. Yo lo único que sé decir es que no escogería ese lugar. ¿Qué me dicen ustedes de la campanita de cortejo y de las antorchas, cuando hay entierro, y luego todas las tumbas tan quietas cuando no hay nadie en el cementerio, aunque dicen...
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