Habla, memoria...

Habla, memoria
S
ospecho que Claudia le tiene miedo a la vejez. La invité a Aquelarre para buscar libros y le leí el comienzo de las memorias de Nabokov. La mención al niño cronofóbico la puso demasiado nerviosa. Me quitó el libro de las manos y lo cerró:
Detente, por favor.
¿Ya lo has leído?
No –repuso algo alterada devolviendo el libro al estante-, pero eso es muy feo.
¿Qué cosa?Tenerle miedo al paso del tiempo de esa manera tan intensa… No sé, quizá nos ocurra a todos.
¿Te sientes vieja, Claudia?
Por sí no lo sabes, las mujeres envejecemos antes que los hombres.
Eso es ficción.
No seas tonto. Es la verdad: yo creo que es porqué nos tomamos las cosas en serio. Trabajamos más, amamos más, sentimos más.
Y sigues mintiendo.
Entonces miénteme tú.
Era hora de decirle que mehabía comprado una trotadora, pues ya no soporto correr en la calle: la ciudad cada vez se hace más insoportable y el sol más nocivo. Me encierro en un cuarto de piedra sillar, casi en tinieblas, y me pongo a trotar durante una hora. No es un mero ejercitamiento del cuerpo: en realidad, estoy trabajando. Mientras corro estimulo todos los sentidos y me distancio de la vejez. Es cierto que elcansancio no tarda en acudir en auxilio de la cordura y entonces, preso de mi piel y de mis órganos, tengo que disminuir la velocidad.
Moriré infartado.
¿En verdad lo crees?
Lo deseo. Mi abuelo murió infartado en la ramada que tenía en su huerta. Mi padre es hipertenso y, siendo sinceros, va por ese camino… Quiero creer que eso ocurre porque el corazón ya no soporta más.
Pero eso no te da tiempo dedespedirte, de asumir la muerte. Hay que tener un poco de valor para asumir la muerte.
Asumimos la muerte cada vez que abrimos los ojos y escogemos hacer lo que no queremos hacer porque creemos que todavía hay un mañana que sí será el nuestro, ¿entiendes?
No quiere aceptar que todos hacemos ficción sin darnos cuenta. Entonces juega a desmarcarse de ese diálogo y observa la contratapa de un librode Bohumil Hrabal.
¿Te aburro? –inquiere, sin mirarme, sus ojos barren la biografía del autor checo pero su mente daría cualquier cosa por leer la mía.
Creo que está de moda salir con puneñas –le digo con sorna.
No estamos “saliendo” –me aclara, molesta y su expresión ansía que yo le ponga más seriedad a esta nueva cita.
¿Entonces qué estamos haciendo?
Sé honesto y dime que la pasas mejor contu trotadora.
Tendría que decirle que sí: el aparato es poderoso. Soporta mi peso, me ayuda a buscar un ritmo, una armonía en los trancos, me invita a pensar: un poco de orden en el caos. Y lo más importante: no me hace preguntas tontas. Quizá todavía no me aburro de mí mismo tanto como Claudia le teme a la muerte (o a ella misma):
Imagínate encerrada en un sótano, pequeño y completamenteoscuro. No sientes nada allá afuera, sólo el tic tac de un viejo reloj que da cuenta del tiempo. ¿Lo soportarías?
Eres un perverso.
Si lo soy. Cuando una mujer me muestra sus vulnerabilidades entonces alisto la artillería pesada. Me gusta abrir heridas porque las mías siguen abiertas y nadie se ha tomado la molestia de curármelas.
Nos va a pasar a todos, Claudia… A todos.
Ya lo sé, pero quiero queme pase cuando ya haya cumplido mis sueños. Todavía es muy pronto. Soy joven, no tengo una trotadora como tú pero sí una bicicleta. Me gusta pasear en bicicleta, sé que hay algo de suicida en esta ciudad sin ciclovías, pero me gusta, me hace sentir bien.
¿Por qué?
Porqué me remite a mi infancia. Mi padre me enseñó a montar bicicleta: Me ha costado mucho. Todo en esta vida me ha costado mucho.Cuando por fin avancé apenas diez metros sin caerme entonces él se puso a llorar. Nunca antes había visto a papá llorar de felicidad… Bueno, él dice que lo hizo cuando yo nací pero, como es obvio, yo no lo vi.
Llorar de felicidad.
Si –me dice y le brillan los ojos–. Pero lo más triste de todo: jamás pude de vuelta llorando de felicidad.
¿Qué le pasó?
Se fue a Atlanta y se buscó otra mujer....