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Un calabozo en altas horas de la noche. Llaves sonaron sobre los barrotes y se anunció queseríamos trasladados al Penal de San Lucas ubicado en el Golfo de Nicoya, en la isla del mismo nombre. Entre mis compañeros algunos imploraron de rodillas que no les llevaran a ese presidio. El gesto deviejos reos me llenó de sorpresa y me hizo preguntar:
— ¿Pero en realidad existe un lugar más inhumano, doloroso y horrible que esta penitenciaría?
Saber la respuesta me costó muy pocos días.Efectivamente, San Lucas era para esos tiempos un sitio tan terrible, que recordar hace volver a sufrir. Desde que escribí este libro en 1963, no es sino hasta ahora que lo he vuelto a leer. Sentí la mismaangustia.
El recuerdo me ha hecho llorar a veces, ya que estas páginas no son invento. Sentí en mi propia carne el fuego del acero, los largos meses de calabozo, las manos atadas con hierros, eldesprecio a mi condición de ser humano.
En el presidio llegué a saber que el hombre puede llegar a descender hasta convertirse en perro o menos que un perro. Trabajaba en una cuadrilla de aseo cuando senos encargó lanzar al mar un número grande de viejos libracos donde en los penales se van anotando todo lo que sucede: novedades, castigos, visitas, incidentes, órdenes. Todo. Uno de esos librosllamados de Guardia rescaté de la destrucción y así me fue posible conocer pasajes tremendos de una indiferencia para con el ser humano que parecía increíble. Si en ese tiempo, 1950, el penal eradoloroso, ¿cómo podía dudar de lo que mis ojos estaban leyendo? Esta historia era necesario contarla para que a nosotros, los hijos de Costa Rica, nos sea imposible olvidar.
En 1950 había presos en el...
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