John locke

Páginas: 155 (38637 palabras) Publicado: 16 de marzo de 2011
Los girasoles ciegos

Alberto Méndez

Los girasoles ciegos
El Carmel-Juan Marsé Murtra, s/n 08032 Barcelona - Tel.: 93 407 28 70

EDITORIAL ANAGRAMA
BARCELONA Diseño de la colección:

Julio Vivas Ilustración: foto © Hulton-Deutsch Collection/CORBIS © Alberto Méndez, 2004 © EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2004 Pedró de la Creu, 58 08034 Barcelona ISBN: 84-339-6855-6 Depósito Legal: B. 95-2004Printed in Spain Liberduplex, S. L., Constitució, 19, 08014 Barcelona

1

A Lucas Portilla (in memoriam) A Chema y Juan Portilla, que conocen su ausencia

Superar exige asumir, no pasar página o echar en el olvido. En el caso de una tragedia requiere, inexcusablemente, la labor del duelo, que es del todo independiente de que haya o no reconciliación y perdón. En España no se ha cumplidocon el duelo, que es, entre otras cosas, el reconocimiento público de que algo es trágico y, sobre todo, de que es irreparable. Por el contrario, se festeja una vez y otra, en la relativa normalidad adquirida, la confusión entre el que algo sea ya materia de historia y el que no lo sea aún, y en cierto modo para siempre, de vida y ausencia de vida. El duelo no es ni siquiera cuestión de recuerdo: nocorresponde al momento en que uno recuerda a un muerto, un recuerdo que puede ser doloroso o consolador, sino a aquel en que se patentiza su ausencia definitiva. Es hacer nuestra la existencia de un vacío. CARLOS PIERA, «Introducción» a Tomás Segòvia: En los ojos del día: antología poética

2

Primera derrota: 1939 o Si el corazón pensara dejaría de latir
Ahora sabemos que el capitánAlegría eligió su propia muerte a ciegas, sin mirar el rostro furibundo del futuro que aguarda a las vidas trazadas al contrario. Eligió entremorir sin pasiones ni aspavientos, sin levantar la voz más allá del momento en que cruzó el campo de batalla, con las manos levantadas lo necesario para no parecer implorante y, ante un enemigo incrédulo, gritar una y otra vez «¡Soy un rendido!». Bajo un airetibio, transparente como un aroma, Madrid nocheaba en un silencio melancólico alterado sólo por el estallido apagado de los obuses cayendo sobre la ciudad con una cadencia litúrgica, no bélica. «Soy un rendido.» Durante dos o tres noches, nos consta, el capitán Alegría estuvo definiendo este momento. Es probable que se negara a decir «me rindo» porque esa frase respondería a algo congelado en uninstante cuando la verdad es que él se había ido rindiendo poco a poco. Primero se rindió, después se entregó al enemigo. Cuando tuvo oportunidad de hablar de ello, definió su gesto como una victoria al revés. «Aunque todas las guerras se pagan con los
muertos, hace tiempo que luchamos por usura. Tendremos que elegir entre ganar una guerra o conquistar un cementerio», concluía en una carta que escribióa su novia Inés en enero de

1938. Ahora sabemos que él, sin saberlo, había rechazado de antemano ambas opciones. Sabiendo ahora lo que sabemos de Carlos Alegría, podemos afirmar que durante el tránsito entre las dos trincheras sólo escuchó el alboroto de su pánico. Todos los ruidos, todas las explosiones, todos los gritos, fueron absorbidos por el silencio de la noche. Madrid estaba al fondocomo un escenario, salpicando la tibieza del aire con los perfiles de una ciudad apagada que la luna dibujaba a su pesar. Madrid se agazapaba. Así comenzó la derrota del capitán Alegría. Durante tres largos años había observado a ese enemigo desarrapado y paisano, resignado a que otro ejército, el suyo, anonadara esa ciudad inmóvil, silenciosa, que había trazado sus límites al azar, tras unastrincheras desde las que hacía tiempo nadie esperaba un ataque.
«La violencia y el dolor, la rabia y la debilidad, se amalgaman con el tiempo en una religión de supervivencias, en un ritual de esperas donde entonan la misma salmodia el que mata y el que muere, la víctima y su verdugo; ya sólo se habla la lengua de la espada o el idioma de la herida», escribió Alegría a su profesor de Derecho...
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