La Carta Robada

Páginas: 19 (4510 palabras) Publicado: 9 de octubre de 2011
La Carta Robada
Por Edgar Allan Poe
Versión de Jorge Luis Borges
Nil sapientiae odiosius acumine nimio.
SENECA
 
EN un desapacible anochecer del otoño de 18... me hallaba en París, gozando de la doble fruición de la meditación taciturna y del nebuloso tabaco, en compañía la de mi amigo C. Auguste Dupin, en su biblioteca, au troisiéme, Nº 33 Rue Dunôt, Faubourg St. Germain. Hacía lo menosuna hora que no pronunciábamos una palabra: parecíamos lánguidamente ocupados en los remolinos de humo que empañaban el aire. Yo, sin embargo, estaba recordando ciertos problemas que habíamos discutido esa tarde; hablo del doble asesinato de la Rue Morgue y de la desaparición de Marie Rogêt. Por eso me pareció una coincidencia que apareciera, en la puerta de la biblioteca, Monsieur G., Prefecto dela policía de París.
Le dimos una bienvenida sincera, porque el hombre era casi tan divertido como despreciable, y hacía varios años que no lo veíamos. Estábamos a oscuras cuando entró, y Dupin se levantó con el propósito de encender una lámpara, pero volvió a sentarse sin haberlo hecho, porque G. dijo que había venido a consultarnos, o más bien a consultar a Dupin, sobre un asunto oficial que lesdaba mucho trabajo.
—Si se trata de algo que requiere reflexión —observó Dupin, absteniéndose de dar fuego a la mecha lo examinaremos mejor en la oscuridad.
Esa es otra de sus ideas raras —dijo el prefecto, que llamaba raro a todo lo que no comprendía, y vivía, por consiguiente, entre una legión de rarezas.
—Es la verdad —respondió Dupin, ofreciéndole un sillón y una pipa.
—¿Cuál es elproblema? —interrogué—, ¿otro asesinato?
—No, nada de eso. El asunto es muy simple y no dudo que lo resolverán mis agentes; pero he pensado que a Dupin le gustaría oír los detalles. Son muy extraños.
—Extraños y simples —dijo Dupin.
—Y bien, sí. El problema es simple, y sin embargo nos desconcierta.
—Quizá es precisamente la simplicidad lo que los desconcierta.
—¡Qué desatinos dice usted! —exclamóel Prefecto, riendo efusivamente.
—Quizá el misterio es demasiado simple —dijo Dupin.
—Y ¿Cuál es, por fin, el misterio? —le pregunté.
—Se lo diré a ustedes —contestó el Prefecto—. Se lo diré en muy pocas palabras; pero antes de empezar, les advertiré que este asunto exige la mayor reserva y que perdería mi puesto si llegara a saberse que lo he divulgado.
—prosiga —dije.
—O no prosiga —dijoDupin.
—Un alto funcionario me ha comunicado que un documento de la mayor importancia ha sido robado de las habitaciones reales. El individuo que lo robó es conocido; lo vieron cometer el hecho, El documento sigue en su poder.
—Cómo lo saben? —interrogó Dupin.
Lo sabemos —contestó el Prefecto— por el carácter del documento y por el hecho de no haberse ya producido ciertos resultados quesurgirían si el documento no estuviera en poder del ladrón.
—Sea usted un poco más explícito —dije.
—Bien, me atreveré a decir que ese documento otorga a su poseedor un determinado poder en un determinado sector donde ese poder es incalculablemente valioso. —El Prefecto era aficionado a la jerga de la diplomacia.
—No acabo de entender —dijo Dupin.
—¿No? Bueno. La exhibición del documento a una tercerapersona, que me está vedado nombrar, afectará el honor de una persona de la más encumbrada categoría. El honor y la libertad de esta última quedan, pues, a merced del ladrón.
—Para ese chantage —observé— es imprescindible que el dueño conozca el nombre del ladrón. Quién se atrevería...
—El ladrón —dijo el Prefecto— es el ministro D., que se atreve a todo. El robo no fue menos ingenioso queaudaz. El documento —una carta, para ser franco— fue recibido por la víctima del posible chantage, mientras estaba sola en la habitación real. Casi inmediatamente después entra una segunda persona, de quien deseaba especialmente ocultar la carta. Apenas tuvo tiempo para dejarla abierta como estaba, sobre una mesa. La dirección quedaba a la vista. En este momento entra el ministro D. Percibe...
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