La cenicienta

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LA CENICIENTA.-

Habia una vez en un pais lejano, lejano, un pequeñisimo reino. Era tan pequeño, que desde la torre más alta del castillo del Rey – que se levantaba sobre la cima de una verde colina – se podían ver en torno todas las fronteras. Era un reino muy tranquilo, en el cual vivían un viejo y honrado gentilhombre, su mujer y su hijita muy bella, e infinitamente dulce y gentil.
En laantigua casa de aquel viejo gentilhombre, la vida transcurría serenamente y sin preocupaciones. La niña poseía espléndidos vestidos de seda y, como compañeros de jeugo, tenía un perrito bufón y un graciosísimo caballito.
Un aciago día, si embargo, la buena suerte volvió la espalda a esta familia porque la mujer del gentilhombre enfermó y, aunque los médicos hicieron todo lo posible para atajarsu mal, no lo consiguieron y la pobre mujer murió. La noble dama, que era muy querida en el país, fue llorada por todos y muchos llevaron luto por su muerte. Pero el mayor sufrimiento lo experimentí la pequeña, que se quedó inesperadamente sin el afecto y los mimos de su querida mamá.
Bien pronto cayó en el más grande desconsuelo y en la más profunda soledad, por cuanto el viejo papa, pobrecito,tenía porquísimo tiempo para dedicarse a su adorada niña, y aunque no se quejara mucho, no acertaba a encontrar un modo satisfactorio para resolver aquella penosa situación.
A la niña no le falataba nada de nada, pero cuando se ha perdido la mama, se ha perdido todo, o casi todo. Por eso, ya no tenía ganas de reír y, melancólica y afligida, pasaba ls horas encerrada en su solitario camarín.Trancurrió así, tristemente, todo un año, y el papa, que tanto quería a su niña, pensó que si le hubiera dado la compañía de un hermanito o de cualquier otra pequeña que hubiese tenido su miama edad, estaría ahora, quizas, menos triate. Su razonamiento no tenía ciertamente ningún fallo, porque los niños, en general, se divierten mejor cuando tienen compañía.
Por eso, lo único que le quedaba por hacerera tomar una nueva esposa y, después de mucho buscar, decidió casarse con una señora de un país vecino a aquel en que habitaba. Esta era de busna familia y, para mayor abundancia, tenía dos hijas de la misma que su niña. Era, tal vez, la mejor de las soluciones y, ciertamente, hubiera hecho desaparecer la penosa tristeza que reinaba en su casa y la dejaba tan poco acogedora.
El viejogentilhombre partió, y alos pocos días la niña vio llegar una carroza en la que, junto a papa, venían la nueva mama y sus dos hijas.
Al principio, la cosa pareció ir como el viejo gentilhombre había previsto; la madrastra, en efecto, trataba con gentileza a su hijastra, y esta última jugaba de buena gana en el jardín con las dos nuevas hermanitas, las cales respondían a los nombres de Genoveva y Anastasia.Pero un triste día, una nueva desgracia se abatió sobre aquella casa. El viejo padre de la niña, afectado también él por una grave enfermedad, voló junto a su primera esposa.
Entonces fue cuando cambiaron totalmente las cosas, porque la madrastra se reveló perversa y malvada, como verdaderamente era, y sus dos hijas, que primero fingían tener simpatía por la nueva hermanita, demostraron ser, entodo y por todo, dignas de su madre. En efecto aquellas infames se volvieron inesperadamente malignas y perversas.
Por la pobre pequeña, que había quedado completamente huérfana, comenzó así una nida llena de tristeza y amarguras. La severa madrastra, mientras era todo dulzura y mimos para las propias hijas, se volvía toda hiel y maldad para ella. Y las dos hermanastras – que eran feas por demásy de aspecto verdaderamente vulgar -, se comportaban con ella despectivas y antipaticas, y cada vez que no conseguían hacerla sufrir, no eran felices y multiplicaban sus burlas.
Su primer acto de maldad fue el de quitarle todos sus juguetes más bonitos. Después le prohibieron ponerse los vestidos de seda que tanto le gustaban. En fin, con el paso del tiempo, la obligaron a hacer los más...