la enemiga

Páginas: 5 (1068 palabras) Publicado: 10 de agosto de 2014
Recuerdo muy bien el día en que papá trajo la primera muñeca en una caja grande de cartón envuelta en papel de muchos colores y atada con una cinta roSugerencias para comprender textos expositivosja, aunque yo estaba entonces muy lejos de imaginar cuánto ibaa cambiartodocomo consecuencia de esa llegadainesperada.

Aquel mismo día comenzaban nuestras vacaciones y mi hermana Esther y yoteníamos planeadasun montón de cosas para hacer en el verano, como, por ejemplo, la construcción de un refugio en la rama más gruesa de la mata de jobo, la cacería de mariposas, la organización de nuestra colección de sellos y las prácticas de béisbol enelpatio dela casa, sin contar las idas al cineenlas tardes de domingo. Nuestro vecinito de enfrente se había ido ya con su familia a pasar lasvacaciones en la playay esto me dejaSugerencias para comprender textos expositivosba a Esther para mí solo durante todo el verano.

Esther cumplíaseisañoseldíaenquepapállegó a casacon elregalo. Mi Sugerencias para comprender textos expositivoshermana estaba excitadísima mientras desataba nerviosamente la cinta y rompía el envoltorio. Yo me asomé por encima de su hombro y observé cómo iba surgiendo de lospapeles arrugados aquel adefesio ridículo vestido con un trajecito azul que le dejaba al aire una buena parte de las piernas y los brazos de goma. La cabeza era de un material duro y blanco y en el centro de la cara tenía una estúpida sonrisa petrificada que odié desde el primer momento.

Cuando Esther sacó la muñeca de la caja vi que sus ojos, provistos de negras y gruesas pestañasqueparecíanhumanas, se abrían o cerraban según se la inclinara hacia atrás o hacia adelante y que aquella idiotez se producía al mismo tiempo que un tenue vagido que parecía salir de su vientre invisible.

Mi hermana recibió su regalo con un entusiasmo exagerado. Brincó de alegría al comprobar el contenido del paquete y cuando terminó de desempacarlo tomó la muñeca en brazos y salió corriendo hacia elpatio. Yo no la seguí y pasé el resto del día deambulando porlacasasin hacer nada en especial.

Esther comióy cenó aquel día con la muñeca en el regazoy sefuecon ellaa la cama sin acordarse de que habíamos convenido en clasificar esa noche los sellos africanos que habíamos canjeado la vísperaporlosqueteníamos repetidos de América del Sur. Nada cambió durante los días siguientes. Esther se concentróen su nuevo juguete en forma tan absorbente que apenas nos veíamos en las horas de comida. Yo estaba realmente preocupado, y con razón, en vista de las ilusiones que me había forjado de tenerla a mi disposición durante las vacaciones. No podía construir el refugio sin su ayuda y me era imposible ocuparme yo solodela caza de mariposas y de la clasificación delossellos, aparte de que me aburríamortalmente tirar hacia arriba la pelota de béisbol y apararla yo mismo.

Al cuarto día de la llegadadela muñeca ya estaba convencido de que tenía que hacer algo para retornar las cosas a la normalidad que su presencia había interrumpido. dos días después sabía exactamente qué. Esa misma noche, cuando todos dormían en la casa, entre de puntillas en la habitación de Esther y tomé la muñeca de su ladosin despertar a mi hermana a pesar del triste vagido que produjo al moverla. Pasé sin hacer ruido al cuarto donde papá guarda su caja de herramientas y cogí el cuchillo de monte y el más pesado de los martillosy,todavíadepuntillas,toméunatoalla del cuarto de baño y me fui al fondo del patio, junto al pozo muerto que ya nadie usa. Puse la toalla abierta sobre la yerba, coloqué en ella la muñeca—que cerró los ojos como si presintiera el peligro— y de tres violentos martillazos le pulvericé la cabeza.

Luego desarticulé con el cuchillo las cuatro extremidades y, después de sobreponerme al susto queme diooírel vagido por última vez,descuarticé el torso, los brazos y las piernas convirtiéndolos en un montón de piececitas menudas. Entonces enrollé la toalla envolviendo los despojos y tiré...
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