La Expulsión De Los Moriscos

Prolegómenos de la expulsión:

El día 9 de abril de 1609, Felipe III tomó la decisión de expulsar a la población morisca de España. Ese día coincide con la firma de la tregua de Amberes. La situación internacional era propicia para una medida considerada necesaria desde el punto de vista de la seguridad nacional.
La paz con Inglaterra en 1604, y la tregua con las provincias unidas en 1609permitió a Felipe III concentrar sus fuerzas marítimas y terrestres en el mediterráneo para garantizar la seguridad en la operación contra los moriscos. En la expulsión de los moriscos intervinieron varios factores: la voluntad de deshacerse de una minoría vista como un enemigo nacional, y la situación económica, que motivó el rencor contra la prosperidad de los moriscos.
El gobierno español no actuósiguiendo los sentimientos de la opinión pública, pero la decisión reflejaba el malestar general, y el estado de ánimo de los dirigentes de Castilla. El tiempo en que podían imponer su voluntad en el norte de Europa había pasado, y se habían visto obligados a reconocer la soberanía de quienes apenas unos años antes eran considerados súbditos rebeldes. Pero en España, al menos todavía ejercían depleno su poder y podían encontrar una compensación moral para su retirada exterior. Expulsar a los moriscos constituía asestar un golpe a favor de la ortodoxia religiosa, y reforzar el poder y prestigio castellanos. El factor psicológico no dejaba de tener cierta importancia.
La integración suponía el principal problema al que se enfrentaban los moriscos. Seguían teniendo su propia lengua, sureligión, y una forma de vida basada en la ley islámica. En Aragón y Valencia eran un auténtico enclave del Islam en España. Un enclave que se resistía a la cristianización, con sus propios líderes, dirigentes políticos, etc. Su patria espiritual estaba fuera de España, y se suponía que lo mismo ocurría con su lealtad política. A ojos de los castellanos esta era una situación monstruosa, pero, sinembargo, la opinión pública, en tanto puedan apreciarse sus puntos de vista en las Cortes, y la literatura de la época, no presionaba en pos de una solución definitiva, ni tampoco existía una campaña masiva a favor de la expulsión. La intolerancia y hostilidad se reducía a acciones de bandolerismo, o competencia por los puestos de trabajo.
Algunos representantes de la Iglesia salieron en defensa delos moriscos; entre ellos fray Luis de Aliaga, confesor real, y los obispos de Tortosa y Orihuela. Pero otros expresaban un mayor fanatismo, como Jaime Bleda, fraile dominico y miembro de la Inquisición de Valencia, que instó a Roma a que declarara apóstatas a los moriscos, e hizo un llamamiento al rey y al gobierno para que los expulsara en bloque inmediatamente. Juan de Ribera, arzobispo deValencia exigió la expulsión de los moriscos por traidores y herejes, añadiendo el argumento de que el rey podía beneficiarse de la confiscación de sus bienes, y si los tomaba como esclavos para trabajar la tierra o para galeras, para minas, o para venderlos en el extranjero “sin ningún escrúpulo de conciencia”. Sobra decir que estas opiniones no eran bien recibidas por todo el clero, y algunosabogaban por una asimilación paciente al cristianismo.
La opinión también estaba dividida en los círculos de gobierno entre una mayoría que apoyaba la política de Idiáquez de una expulsión total, y aquellos que preferían una expulsión discriminada, y no masiva. Los mayores defensores de los moriscos eran, naturalmente, aquellos que tenían un interés personal, la aristocracia de Aragón y Valencia, encuyas propiedades trabajaban los moriscos como tenentes o vasallos.
En vísperas de la expulsión, la población morisca en España era de unos 319000 individuos, para un total de 8 millones de habitantes. Sin embargo, la población morisca no estaba distribuida uniformemente por toda la península, sino que se concentraban en cuadrante suroriental del país. En Valencia había 135.000, es decir, un 33%...