La horca del Pirata

Páginas: 8 (1925 palabras) Publicado: 6 de julio de 2015
La horca del Pirata – Plan lector De mis experiencias como profesor de colegio, hay una que he vivido con verdadero espanto. He ocultado a todo este infeliz episodio; incluso a mi querida esposa, con quien vivo en una antigua casona del puerto de El Callao. Aunque no dis¬pongo de la distancia para juzgarlo, por ser un hecho reciente, quiero manifestar la desesperación que me causaba laescalo¬friante sensación de la soga alrededor de mi cuello y que me impidió muchas noches conciliar el sueño. A veces, bastaban los primeros pestañeos o algún bostezo para presentir la pelu¬silla del esparto acariciándome la garganta. ¡Qué aterradoras horas de insomnio y sufrimiento! Ahora que lo escribo me siento como el hombre con¬denado a morir que, antes de subir al patíbulo, camina hacia elconfesionario para descargar su culpa. Sin embargo, estoy obligado a hacerlo y dejar este testimonio por los sucesos que se desencadenaron tres meses después. Todo empezó en junio de 1974… Lima sufría un invierno inusitadamente frío y con una garúa persistente, condiciones que mandaron a la cama a medio colegio donde enseñaba y que motivó a que el director estuviera a punto de suspender la actividad quetenía progra¬mada con mi sección. Pero el infausto día llegó. Fue entonces que, el último viernes del mes, ¡cómo olvidarlo!, salí con mis alumnos de primero de secundaria al centro de Lima a visitar la Santa Inquisición. Las semanas previas las había dedicado, durante mi curso de Historia del Perú, a la época Colonial. Había cumplido mis clases con especial ahínco, porque es la etapa de nuestrahistoria que más me interesa y que mejor conozco. Todavía me indigna el dolor del Imperio inca devastado. No tengo que hacer ningún esfuerzo para imaginar aquella cultura arrasada y empobrecida; con sus fortalezas hechas ruinas, sus templos incendiados y sus mon¬tículos de muertos por todos lados. Y a Lima la imagino como una ciu¬dadela inmunda, llena de gallinazos e indios pordioseros, atravesa¬da porlos lujos de la corte española. Pero de todas mis explicaciones en clase, las que más llamaron la atención de mis alumnos fueron las referidas a los métodos de tortura aplicados por la Santa Inquisición. Quizás convenga advertir que en mis cla¬ses acostumbro a hacer un poco de teatro: exagero y dramatizo cada episodio para hacerlo más emocionante. Los profesores sabemos qué prove¬chosos son estosrecursos. En el caso de la Inquisición, empecé mi actuación con una denuncia por hereje a un protestante extranjero —aproveché la participación de un alumno—, a quien sometí a juicio con todas las de la ley y terminé arro-jando a la hoguera sin la mínima misericordia. Y concluí: «Así ocurrió con el francés Mateo Salado, el primer condenado al quemadero por tener creencias contrarias al dogmacatólico. Se alucinaba santo: pronunciaba sermones, repartía catecismos y hasta llegó a vender sus calzones como reliquia. Según consta en el Auto de Fe del 15 de noviembre de 1573». No eran las crueles persecuciones a los indios, ni las injusticias que operaban en los cabildos, ni las mañoserías de los curas las que despertaban el mayor entusiasmo de mis alumnos; sino los malvados procedimientos de LaSanta Inqui¬sición. Cómo les divertía el cuestionario que preparaba para los acusados y cómo los desilusionaba cuando la sentencia era de doscientos azotes o la confiscación de bienes; en cambio, cómo los animaba si el condenado era mandado a la hoguera o a la horca. Un día dije en clase: «Este tribunal eclesiástico comenzó sus acciones al frente de la iglesia de la Merced y se trasladó a la casade Nicolás de Rivera, donde funcionó hasta que fue abo¬lido. Luego, el local fue reconstruido en ese mismo lugar…». —¿Quiere decir que existe todavía? —preguntó un alumno. —Sí —titubeé—… es casi un museo abandonado. La respuesta desató un bullicio en que podían distinguir¬se algunas expresiones como: «¿Están ahí enterrados?», «¡Qué emocionante!», «¡¿Cuándo vamos?!». Ya sabemos algunos...
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