La Sangre Del Hijo

Páginas: 280 (69927 palabras) Publicado: 12 de septiembre de 2011
Annotation ! Una joven viuda lleva una vida mundana y apacible en Nueva York, hasta que recibe la noticia de que su único hijo ha muerto, perdido en el mar. Pero ella sostiene que está vivo. Renuncia a su trabajo, abandona a su amante, vende el departamento y viaja al África en busca de su hijo. Allí traba relación con un apuesto canadiense, con un hindú que se ha lanzado a recorrer el mundo ensu yate, y con otros muchos curiosos personajes. Las aventuras se suceden en el Océano Índico hasta culminar en un violento desenlace. A. J. Quinnell La sangre del hijo PRIMERA PARTE Capítulo 1 ! El ascensor estaba impregnado del olor a sudor de sus ocupantes, y por enésima vez Kirsty Haywood pensó que sería agradable trabajar unos pisos más abajo. ! El ascensor se detenía en todos los pisos, yella quedó aplastada contra un rincón del fondo, detrás de un hombre calvo con gabardina a cuadros que masticaba la punta de un enorme puro apagado. El hombre miró a la mujer de nariz aguileña que tenía a su lado: ! —Y entonces se lo dije. Sí señor. "Si quiere robar, robe", le dije. "Pero por Dios, no nos deje la caja vacía." ¡Estos contables son la peste! ! "Claro que sí", pensó Kirsty. "Si faltadinero, la culpa la tiene el contable. No eres tú el que estafa a la empresa y los socios desde hace años."El ascensor llegó a la planta baja, se abrieron las puertas y todos sus ocupantes salieron como expulsados por un resorte. Ya fuera, Kirsty aspiró profundamente, pero en el vestíbulo reinaba el mismo hedor. Se abrió paso hasta el quiosco y, sin mediar palabra, el negro canoso le dio un paquetede pastillas de menta con el guiño habitual. Kirsty le sonrió maquinalmente, pensando que, veinte años atrás, su pelo no era canoso y su guiño era más insinuante. ! El viento helado de la Séptima Avenida disipaba todos los olores, incluso los de los tubos de escape del intenso tránsito de las seis de la tarde. Se levantó las solapas del abrigo, masticó la pastilla que tenía en la boca y se alejódel centro, con la cabeza alta, el paso rápido y las manos hundidas en los bolsillos.

! El semáforo la detuvo en la esquina de la calle Cuarenta y Uno. Empezó a caer la nevisca y los paraguas se abrieron como hongos. Había olvidado coger el suyo. Sacó un pañuelo y se tapó el cabello rubio. ! Enero en Nueva York. Hacía dos semanas que la ciudad estaba paralizada por la nieve. Hacía un fríoespantoso, y el viento enfriaba el ambiente hasta ocho grados bajo cero. Ni los delincuentes se asomaban a la calle. ! Para colmo, el transporte público estaba en huelga.

! Kirsty suspiró con resignación. No había más remedio que caminar, hundiendo los zapatos en la nieve sucia. De las bocas del metro salían oleadas de aire caliente, rápidamente dispersadas por el viento. Desde Broadway llegaba elulular de una sirena. Un hombre elegante maldijo entre dientes a una mujer que lo golpeó inadvertidamente con su paraguas. La mujer le devolvió el insulto. ! Nada de eso afectaba a Kirsty, hija de la gran ciudad. Sirenas e insultos, impaciencia e indiferencia, todo era rutinario y cotidiano. ! La luz verde dio paso a los peatones, el hombre elegante se abrió camino ayudado por su maletín de cuero.! Kirsty atravesó el centro dando un rodeo para evitar la sórdida calle Cuarenta y Dos y la zona de Times Square. Cuando era niña y sus padres la llevaban al teatro, Times Square era el país de las maravillas. Relucientes limusinas negras, bellas mujeres con vestidos largos. Las muchedumbres esperaban emocionadas el paso de la estrella de turno. Todo aquello había cambiado gradualmente hastaconvertirse en el reino de las prostitutas y los macarras, y los drogadictos de mirada huidiza y gesto embrutecido por la heroína. Brillantes luces de neón y la escoria de la humanidad tirada en las aceras. ! Desde hacía un par de años había decidido cambiar de ruta para ir y volver del trabajo, evitando ese espectáculo. ! A medida que se alejaba del centro disminuía la densidad de transeúntes. Aflojó...
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