La ética y la obediencia

Páginas: 32 (7898 palabras) Publicado: 27 de agosto de 2014
Modernidad y Holocausto. Cap. 6: La ética de la obediencia (lectura de Milgram), por Zygmunt Bauman

MODERNIDAD Y HOLOCAUSTO (1989):
Capítulo 6. La ética de la obediencia (lectura de Milgram)


Sin haberse recuperado por completo de la demoledora verdad del Holocausto, Dwight Macdonald advertía en 1945 que ahora debemos temer más a la persona que obedece la ley que a quien la viola.
ElHolocausto había empequeñecido todas las imágenes heredadas y recordadas del mal. Con ello, invirtió todas las explicaciones anteriores de las acciones del mal. Repentinamente, se supo. que el mal más terrible del que tenía noticia la memoria humana no fue la consecuencia de la disipación del orden, sino de una regla del orden impecable, sin defecto e incontrolable. No fue la obra de una muchedumbreincontrolable y des-mandada, sino de hombres de uniforme, obedientes y disciplinados, que se ajustaban a las normas y eran meticulosos por lo que se refiere al fondo y a la forma de sus instrucciones. Pronto se supo que esos hombres, en cuanto se quitaban el uniforme, no eran malos en absoluto. Se compor¬taban como casi todos nosotros. Tenían esposas a las que amaban, niños a los que mimaban yamigos a los que ayudaban y consolaban si estaban afligidos. Parecía increíble que, en cuanto se ponían el uniforme, esas per¬sonas fueran capaces de disparar o gasear o presidir una ejecución o pasar por el gas a miles de personas, muchas de las cuales eran mujeres, que serí¬an las amadas esposas de otros, y bebés, que serían los niños mimados de otros. Esto también era aterrador. ¿Cómo es posibleque gente normal, como tú y yo, haga cosas así? Con toda seguridad, de alguna manera, aunque sea pequeña, incluso diminuta, tienen que haber sido especiales, diferentes, distintos a nosotros. Con toda seguridad se habían escapado del ennoblecedor y humanizador impacto de nuestra sociedad iluminada y civilizada. O, si no, lo más seguro es que fueran corruptos o estuvieran sometidos a algunacombinación viciosa o desdichada de factores educacionales que tuvo como consecuencia una personalidad enfermiza o defectuosa. Demostrar que estas suposiciones eran erróneas habría ofendido porque supondría no sólo destrozar la ilusión de la seguridad personal que promete la vida en una sociedad civilizada. También habría ofendido por una razón mucho más significativa: porque habría desenmascarado laperpetua cuestionabilidad de toda autoimagen moralmente virtuosa y d toda conciencia clara. Desde entonces, las conciencias podían estar limpias sólo hasta nuevo aviso.
La noticia más aterradora que produjo el Holocausto, y lo que sabemos de los que lo llevaron a cabo, no fue la probabilidad de que nos pudieran hacer "esto", sino la idea de que también nosotros podíamos hacerlo. Stanley Milgram,psicólogo estadounidense de la Universidad de Yale, soportó el peso de su terror cuando temerariamente emprendió una prueba empíri¬ca de suposiciones basadas en la urgencia emocional y determinó no ceñirse a la evidencia. Más temerariamente todavía, publicó los resulta-dos en 1974: sí, pudimos hacerlo y 10 podríamos volver a hacer si las con¬diciones fueran las adecuadas.
No fue fácil convivir consemejantes descubrimientos. No tenemos que preguntarnos por qué la opinión de los eruditos se cebó sobre la investigación de Milgram con toda su fuerza. Las técnicas de Milgram se examinaron con microscopio, se desmontaron, se proclamó que eran defectuosas y escandalosas y se condenaron. A cualquier precio y utilizando todos los métodos, respetables y menos respetables, el mundo aca¬démico intentódesacreditar y repudiar los descubrimientos que prome¬tían terror allí donde debía haber complacencia y paz espiritual. Hay pocos episodios de la historia científica que revelen más abiertamente la realidad de la búsqueda del conocimiento supuestamente al margen de los valores y los motivos desinteresados de la curiosidad científica. Milgram dijo lo siguiente como respuesta a sus críticos: "Estoy...
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