las artes

Páginas: 54 (13292 palabras) Publicado: 3 de noviembre de 2013
Quilco en la raya del horizonte, Porfirio Díaz Machicao
Claro, como era nieto de indios le llamaban Quilco, por burlarse de él, por arañarle el alma. Él no hacía caso. Le sacaba joroba, como los gatos, a sus impulsos y contestaba con el brillo de sus ojos. Y nada más. Un gato asustado de los ratones... Luego, entraba resbalando, despacio, con susto en su desolación.
—¿Qué hará Quilco en lavida?
—¡Bah, a lo mejor nada!
Es muy difícil, a veces, llegar a la dificultosa y horrible decisión de no hacer nada. A Quilco lo sujetaba su raza, amarrado a la contemplación. Dentro de sí había algo que era como una dentadura que mascase coca. De rato en rato escupía un deseo. Pero era un deseo tan absurdo...
—¿Qué hará Quilco en la vida? —los colegiales reían.
Entonces él sacaba una uñainterior y rasguñaba un anhelo:
Navegar... Pero no entre totoras del lago milenario y sagrado de su pampa, ni en la barquita frágil de las pajas secas, sino en los buques grandes, mecidos por la bravura de las olas en unos mares enormes, enormes como el tiempo, como su ansia, como él... Y despegarse de las orillas para ir fraternalmente con el aire infinito, encerrado por muros de horizontes y de charlacon el agua frenética, vestida de experiencia y encanecida de espuma. Ir por el mar...
Quilco solía repetir:
—Ir por el mar...
Sin embargo, su pena inútil volvía a mascar sus hojas de coca. Ninguno de los suyos, hombres envueltos en el viento helado de las cordilleras, conoció el mar. El mar de los indios estaba seco, muerto bajo el cielo azul: el altiplano. Sin espumas, sin olas, sin playas,mar de tierra gris, rayado por la paciencia de los bueyes. Mar con mortaja. Por eso él quería navegar en los barcos de hierro para matar la angustia del mar muerto y cambiar la coca por el licor marinero. Para dejar de ser lombriz y convertirse en pez. Si él pudiera abrazar un paisaje nuevo... Si él pudiera enredar su corazón entre las algas mojadas y escuchar el secreto de otros mundos... Quilcoquería ser Colón o Pizarro, o simplemente el último vagabundo de la tripulación, el que obedece, el que sufre, el que retuerce con la espina de la impotencia y del silencio.
¡Aunque fuese así! Pero del fondo de la sombra algo le tiraba fuertemente a la entraña de la tierra. Quilco se quedaba... y la nave de la ilusión se iba, se perdía en el confín, cayéndose y levantándose entre las olas. Losmarineros limpiaban la sal de mar de sus frentes sudorosas y reían sus corazones una carcajada de muchos cielos, y tenían ademán para recordar todos los puertos en donde habían anclado. Quilco abandonado en el puerto, guardaba el pañuelo de la despedida.
—¿Qué hará Quilco en la vida?
Derrochar... Sí, derrochar locuras y riquezas. Llegar un día a Nueva York, comprar acciones, venderlas y volverlasa comprar según el diagnóstico de los juegos de bolsa. Y subir en un coche y correr la carretera de fiebre de la vida moderna, quitándose un segundo de tiempo para sonreír por un recuerdo romántico o dedicando nada más que tres minutos para pensar en la humildad, el amor y la belleza. Y a saludar a Dios si el buen humor se lo permitía. Y ponerle al cocktail unas gotas de transacción y la alegríade un 10% al cigarrillo. Mientras tanto, él vería crecer su fortuna como un nene robusto, con mejillas de crédito, ojos de prosperidad y abdomen de cuenta corriente…
—¡Míster Kilko, el gran Kilko, el rey de la maderas...! ¡Míster Kilko!
Quinta avenida, Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica metiendo las manos en una bolsa de oro y echando también el oro por las ventanas del rascacielos, concimiento de sindicato o de sociedad anónima.
Míster Kilko asegurado. Míster Kilko, la astilla viviente de la Bolivian Madera Society Corp. ¡Míster Kilko, un hombre de oro...! Pero una mano insistente le atraía para abrazarlo a la traición: la raza, la raza fuerte, imperdonable, asesina del ensueño. Ninguno de los suyos fue usufructurario ni jamás conoció el derroche, menos aún la locura. Eran...
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