leira
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Capítulo 5
SE ESTABA QUEDANDO DE NUEVO DORMIDA, Cuando de pronto escuchó el ruido. Se
quedó quieta en la oscuridad. Afuera elviento soplaba alborotando los árboles. Al principio creyó
que el ventarrón agitaba la puerta. Pero los golpes eran rítmicos, fuertes, urgentes. Asustada,
súbitamente alerta, se acomodórápidamente el kimono acuamarina y salió a la sala. Encendía las
luces cuando escuchó la voz de Felipe. Sonaba ronca, la voz de quien se esfuerza por no gritar.
—Abrí, rápido, abrí —decía.Descorrió los cerrojos, pensando: Felipe aparecerse a esta hora, el apuro, el sonido sofocado de
la voz... ¿qué podría ser? Tuvo que apartarse porque la puerta ya sin trabas, se abrió empujadadesde afuera por el peso de un cuerpo. Un hombre, encorvado sobre sí mismo, avanzaba apoyado
del brazo de Felipe.
No tuvo tiempo de preguntar qué sucedía. Apenas registró la expresión alterada deFelipe
cuando pasó a su lado, conduciendo al extraño hacia el dormitorio, sin titubear, sin mirar para atrás.
—Cerrá bien. Poné todas las trancas, apaga las luces —le dijo.
Cerró. Apagólas luces atolondrada. ¿Qué pasaría?, se preguntaba. ¿Qué significaba aquella
repentina irrupción a medianoche? Ellos olían extraño, a peligro, a desesperación.
Se dirigió al cuarto con laadrenalina zumbándole en los oídos.
Al caminar, notó en la oscuridad, apenas iluminadas por la luz saliendo de la habitación, las
manchas en el piso; líquidas, grandes, rojas.
Entró en lahabitación. Se sentía débil, las piernas agua. Felipe daba vueltas alrededor del
hombre.
—¿Tenés sábanas... algo que podamos usar de vendas: algo con qué hacer un torniquete? —
preguntó Felipesosteniendo una toalla que se enrojecía sobre el costado del herido.
Sin emitir palabra entró en el baño. Allí guardaba desinfectantes, algodón, elementales objetos
de primeros auxilios. Le...
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