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Páginas: 313 (78186 palabras) Publicado: 9 de febrero de 2015
Tras la muerte de todos sus seres queridos, Clara se traslada a un pequeño pueblo de Soria.
Allí conocerá a un ángel solitario y enigmático que, como ella, huye de un pasado
atormentado…

Esther Sanz

El bosque de los corazones dormidos
La Saga de El Bosque -1-

ePUB v1.2
Ebisi 11.05.12

A mi padre, un corazón dormido que habita para siempre en las profundidades de este bosque Mi vida es como una de esas películas de terror en las que todos los protagonistas van
muriendo uno tras otro y sabes que pronto llegará tu hora. No importa lo que hagas para huir de
ella. La muerte aguarda con paciencia su momento, agazapada tras tu sombra, dispuesta a
sorprenderte cuando menos lo esperas.
En eso yo jugaba con ventaja, sabía que no andaba lejos. Tampoco me importaba. La habíavisto tantas veces de cerca que no la temía. A mis casi diecisiete años asumía el destino con la
resignación de quien conoce su suerte. Tras la muerte de mi abuela, el último ser querido que me
quedaba, la incógnita de dónde acabarían mis días tardó poco en despejarse.
La Dehesa se convirtió en la antesala de mi fin; un lugar hermoso en el que aguardar mi
turno. Lo comprendí cuando vi sureflejo en la ventana del viejo torreón. Era el rostro de un
fantasma, o tal vez de la misma muerte.
Nunca imaginé que pudiera ser tan bella.

La Dehesa

E

staba lloviendo cuando mi tío vino a recogerme a la estación de autobuses. Al bajar del autocar,
cerré los ojos y dejé que el viento suave del cierzo acariciara mi pelo y refrescara mis mejillas
enrojecidas por el llanto. Un olor amadera y a tierra mojada me dio la bienvenida. A pesar de la fina
lluvia y del tiempo, demasiado helado para principios de octubre, la fría acogida de aquel lugar me
pareció incluso más cálida que la de mi tío.
—Tienes una pinta horrible, Clara.
Esperé en vano la sonrisa burlona o el gesto cariñoso que suele suceder a una frase como aquella.
Tardé unos segundos en darme cuenta de que mi tíoÁlvaro no bromeaba. Solo había constatado un
hecho: mi aspecto era espantoso. Hacía días que apenas probaba bocado y semanas que lloraba sin
tregua.
La idea de refugiarme en aquel pueblo de la sierra no había sido mía. Sencillamente, no tuve otra
opción. Tras la muerte de mi abuela, un mes después del suicidio de mi madre, yo estaba sola en este
mundo. No tenía adónde ir.
Muertos todos misparientes en Barcelona, un asistente social localizó a mi único familiar vivo en un
pueblecito de Soria. Apenas nos conocíamos, y no nos unía ningún lazo de consanguinidad, pero
tendríamos que convivir hasta que cumpliera los dieciocho. Todo un año. Pasado ese tiempo, recuperaría
el control de mi vida.
Por su semblante malhumorado entendí que no estaba muy conforme con mi llegada. Yo no era más
queun imprevisto incómodo; la sobrina de una mujer —la hermana de mi madre— de la que había
enviudado hacía más de quince años.
«Solo será un año», me repetí a mí misma.
Pero lo cierto es que no sabía qué ocurriría conmigo pasado ese plazo. El piso de renta antigua en el
que vivía con mi abuela había vuelto a manos de su propietario. Era un piso amplio, situado en Sant
Gervasi. Estaba tanacostumbrada a vivir allí, que me costó entender que debía abandonarlo. Todos los
recuerdos de mi infancia estaban en aquella casa y en aquel barrio acomodado de Barcelona.
Exiliarse en un pueblo de doscientos habitantes no era la mejor suerte para una chica de dieciséis
años acostumbrada al bullicio de una gran ciudad, pero la idea de aislarme de todo, en el fondo, me
atraía. Al menos allí notendría que soportar las caras compasivas de mis compañeros de instituto. No les
culpo. Perder a los dos seres que más quieres, de forma trágica y con tan poca diferencia, es algo que
toca el corazón de cualquiera.
En las seis horas que duró el viaje hice memoria de mis veranos en el pueblo de mi madre. Ella vivía
en todos esos recuerdos. Eran imágenes poco precisas. Yo era muy pequeña por...
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