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Katie Alender

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CApíTuLo

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Me quedé completamente quieta, mirando la casa y el oscuro cielo tras ella.
La neblina se alejó de la luna, dejando sitio al siguiente
cúmulo de nubes que se aproximaba. Tenía la esperanza
de que me proporcionaran el pintoresco telón de fondo
que llevaba rato esperando.
La cámara, una Nikon FM2n deveinticinco años que
había comprado en un rastrillo, aguardaba pacientemente en su trípode.
No sabía cuánto tiempo llevaba afuera. Me parecían
horas, aunque probablemente me pasaba lo que a ese sujeto que participa en uno de esos experimentos científicos en los que te piden que toques un timbre después de
que haya transcurrido una hora y en los que la mayoría
de gente acaba haciéndolo al cabo de unosdoce minutos.
Durante una décima de segundo consideré la posibilidad
de dejarlo por aquella noche. Siempre podía volver a intentarlo al día siguiente.
Pero, súbitamente, todo lo que me rodeaba pareció
iluminarse un poco. La luna se abrió paso a través de una
ligera bruma que se asemejaba a un velo hecho de vapor
suspendido tras la casa.
En otras palabras: era perfecto.
Las fotografías quese toman con escasa luz requieren
una exposición más prolongada. La mayoría de gente (incluyéndome a mí) no puede quedarse quieta tanto tiempo,

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así que yo utilizaba un sencillo mecanismo que consistía
en una pera y un cable ensamblados a la cámara. Apretaba
la pera, oía el clic del obturador al abrirse y empezaba a
contar. Cuando llegabahasta diez, soltaba la pera. El obturador se cerraba.
Repetí aquella operación unas cuantas veces. Hubo un
momento en el que ajusté la distancia focal para que la
casa quedara desenfocada y el enorme roble que había en
el jardín delantero contara con la máxima definición. No
tomé muchas fotos, ya que cuando usas película de verdad
(y pagas por ella) no puedes hacer tantas como quisieras.Después de unos minutos, las nubes volvieron a fusionarse y el efecto volvió a ser de lo más anodino. Incluso
una casa como la nuestra (una construcción muy antigua
con tablillas esculpidas, salientes chirriantes y un enorme
ventanal al estilo inglés hecho con cristales de colores) necesitaba el entorno adecuado.
Ahora que mi atención no se centraba en las fotografías, me di cuenta de loespeluznante del lugar. De repente,
estar a la intemperie sola me pareció algo muy estúpido.
Era un objetivo fácil para cualquier maníaco que pasara
por allí. Mi respiración se tornó superficial y las manos me
temblaban al colocar con brusquedad la tapa del objetivo.
Estuve tentada de coger todo el equipo y salir corriendo
hacia la casa, pero algo dentro de mí se negaba a sucumbir
ante el miedo.Así que con movimientos deliberadamente
lentos quité la cámara del trípode y desatornillé la pequeña plancha que la mantiene sujeta. Me puse la cámara al
cuello y empecé a enrollar el cable que abría y cerraba el
obturador a distancia.
Chas.
Moví la cabeza de un lado a otro, en busca del origen de
ese sonido.
Inspiré hondo. Solo era un pájaro o una ardilla o uno

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de los gatos a los que mi hermana insiste en alimentar
aunque nuestra madre no deje de soltar bufidos por culpa
de ese tema… Y no es un juego de palabras.
Chus chus.
—Veeeeeeen gatiiiiiiitooooo —dije en voz baja—. Veeeen
gatito, gatito…
Chas. Pum.
—Preséntese, gatito —dije, un poco más alto.
Una cabeza surgió de detrás del tronco del roble.
Mi corazón dio tresvolteretas hacia atrás antes de reconocer el cabello del color de la miel de mi hermana pequeña, Kasey.
—¿Preséntese? —preguntó Kasey—. Sargento Miau, a su
servicio.
Traté de pensar en algo mordaz, pero aún no había recobrado el aliento del todo. Le di un manotazo en el brazo
y cogí aire.
Se quedó mirando la cámara durante unos segundos,
con los labios apretados y esa expresión casi ceñuda...