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FAusta Ferrera

Nació en Santa Cruz de Yojoa, Cortés, en 1891 y falleció en 1970. Profesora de profesión, escribió poemas y narraciones y colaboró asiduamente con periódicos y revistas de Tegucigalpa y San Pedro Sula. Publicó dos libros, el poemario Alas (1938) y Cuentos Regionales (1938).
<<La venganza de un campesino>>, cuento de factura realista, muestra la nobleza de uncampesino, quien perdona al joven que había seducido y abandonado a su hija.

La venganza de un campesino

Todos los vecinos de la aldea sentían profundo cariño y respeto por el viejo Segundo Vargas, hombre honorabilísimo, cuya vida laboriosa y activa le había producido una regular fortuna. Alto, fornido y sano, parecía un centenario árbol de la selva; cada año que pasaba sobre él como que ponía másenergías en su cuerpo y en su espíritu.
A las cuatro de la mañana, ya estaba en pie, despertando a los mozos para principiar las faenas del día, las que se iniciaban siempre yendo a traer al potrero el caballo de don Segundo y los bueyes que uncían a la carreta para traer la fruta o, cuando no había corte, para ir a vender leña a la ciudad.
Don Segundo hacía acto de presencia en las diferentesactividades de los mozos, montando en su hermoso caballo, que él quería tanto y llamaba el Alazán. A las cinco, después de tomar el desayuno, llevando en la carreta el almuerzo de huevos cocidos, carne asada, queso, un gran rimero de tortillas y un atado de dulce para postre, marchaban al monte, entre el traqueteo de la carreta y los gritos de Concho, el muchacho que arreaba los bueyes, con esamonotonía de costumbre:
--¡Ey, Chile, Relámpago, Brillante, Pálidoooo!
Mientras los otros mozos hablaban con don Segundo, quien al paso del caballo iba al lado de la carreta, sintiendo en el alma los aguijonazos que Concho propinaba a los animales y arqueando las cejas con angustia, cada vez que una piedra hacía dar tumbos a la carreta.
A veces, en mitad de camino, don Segundo se detenía aobservar los zompopos que pasaban en una larga fila cargados con un pedacito de hoja verde, y luego, alcanzando a los de la carreta, ordenaba:
--Aligerá esos bueyes Concho, que ahora en la tarde va a llover.
Alguno de los mozos objetaba:
--Pero no se ve ni una nube, don Segundo.
--Apostemos lo que querrás a que llueve –contestaba él. No hay seña más segura que esa de los zompopos pasando con lacomida hacia una elevación del terreno, para no ahogarse en el agua que inunda las partes bajas, después de un aguacero.
Y con toda seguridad, aquella tarde llovía.
Don Segundo era viudo, y aunque todavía estaba suficientemente lozano para una nueva conquista, prefirió vivir con su única hijita, Claudina, cuyo nacimiento costara la vida a Apolonia, su esposa.
Casi todos los aldeanos se reunían porlas tardes bajo el corredor de la casa de don Segundo a escuchar las anécdotas que le gustaba contar al dueño de la casa, y muchos de los más jóvenes habían estado enamorados de Claudina, que era muy simpática. Apenas el buen viejo notaba los primeros síntomas del amor que se traducían en suspiros, en furtivas miradas hacia la cocina en donde trajinaba la muchacha, o en una sed insaciable queobligaba al enamorado a ir con frecuencia a la cocina a pedir agua, para tener pretexto de entrar a platicar con ella, don Segundo le preguntaba a su hija cuando quedaban solos:
--¿Oy Claudina, como que Patricio te cuenta el cuento?
Y la muchacha respondía:
--Sí, Señor; pero yo no le hago caso: no me gusta.
--Hacés bien hija, para marido tuyo, sólo Blas Sánchez, por trabajador y por hombre de bien.Ese es mi sueño: ser el suegro de Blas.
Pero a Claudina no le gustaba tampoco Blas Sánchez, que era como todos los de la aldea: de camisa y mocasines, con las manos que raspaban al acariciar y oloroso a sudor. A ella el que le gustaba era Ambrosio, un muchacho de la ciudad vecina, que llegaba todos los domingos en bicicleta, a bañarse al río, y que últimamente venía con mucha frecuencia a...