Maca

Páginas: 10 (2448 palabras) Publicado: 17 de octubre de 2012
Cuentos chilenos volumen 2
Cuentos chilenos volumen 2
Santo Remedio Eduardo Barrios:
Se me ocurre que mientras dormimos también el espíritu suele quedar en una mala postura, y que por ello, algunas mañanas, aun cuando el cuerpo esté ágil y normal, amanecemos con el espíritu trabado de incomodidad. Nos movemos todo el tiempo entre los seres y las tosas con el tino zurdo, predispuestos a todaclase de fracasos. Y aun se diría que atraemos malas situaciones o conducimos nuestros pasos cabalmente allá donde hallaremos sucesos desagradables.

Convencido de esto por la experiencia, no debí yo ir aquel día a la oficina... Tamarugal. La llamaré así, Tamarugal, porque aún vive alguien que se lastimaría si no alejase yo toda referencia valedera para identificarlo con algún personaje de esterecuerdo.

A la oficina Tamarugal fui, pues, a parar, obediente al mandato de la misteriosa zurdería.

Por lo demás, se me había hecho un hábito el salir a cambiar ambiente, apenas concluían las tareas del fin de mes. El 30, los empleados nos amanecíamos en el escritorio, liquidando sus libretas a los trabajadores y saldando el libro de jornales; de suerte que el 1°, sin esperas ointerrupciones, y a las horas de rigor, se dieran saldos y fichas y el mecanismo burocrático rodara como si no hubiese habido balance mensual ni labor alguna extraordinaria.

Luego, cumplido el afán cotidiano como siempre, un baño y un desayuno reparaban fatigas, y disponíamos de la tarde para el descanso.

Yo prefería, repito, mudar de aires. Y tras de mucho pensar adonde iría, terminaba por dirigirme ala Tamarugal, porque la vía férrea la comunicaba con mi oficina, y, así, no era preciso cabalgar. Un pequeño tranvía tirado por caballos y dirigido por el sereno me conducía muellemente.

Y sólo había, para mi preferencia, esta razón de molicie sobre cansancio.

No era que la tertulia de la Tamarugal me atrajese. Más bien me aburría. No había caracteres allí que me acomodasen. Aunque...,¿acaso los había en otra parte?

Soy —y lo fui desde niño— uno de los seres que, dondequiera se sitúen, siempre se sienten en “la tierra de nadie”. Los unos aquí, allá los otros; antagonismos o concordancias; bandos, banderas y banderías... Yo, en medio ajeno, ecuánime por comprender demasiado, irremediablemente solo en “la tierra de nadie”.

Sin embargo, no se puede vivir fuera del mundo. Hay queir adonde la complicidad de lo exterior con nuestras voliciones determina.

Y fui a la Tamarugal aquella vez, como tantas. Al poner pie en la plazoleta de la administración, advertí ya que algo inusitado sucedía. Desde luego, el aire parecía detenido. No lo estremecía el menor ruido. Ni las chancadoras marcaban su compás de sordas mandíbulas. Ni los winches chirriaban elevando vagonetas sobre losplanos inclinados. Tampoco acezaba la locomotora, ni carreta alguna derrumbaba el estrépito de su caliche buzones adentro. Había cesado todo tráfago y sólo allá, bajo nivel de suelo, ante la aglomeración parda de la maquinaria que veinte años de polvo cubrían y frente a la primera chancadora, una multitud se apretujaba en silencio. Apenas medio cuerpo arriba del bajo sobresalía, y un estandartecon crespones asomaba entre las cabezas.

Pronto supe a qué atenerme. Era el funeral de un “chanchero” muerto por descuido entre las muelas de su “chancho”.

Experimenté una violenta angustia, seguida de cólera. Otra vez, aún, la chancadora, el “chancho”, como la apodaban los obreros por su movimiento de masticación para moler el mineral, hacía una víctima.

Solo, pues que nadie pudo haberpara mi recibimiento, me dirigí al grupo.

Cuando llegué, acabada de enrojecer un discurso en sus estandartes el delegado de la Mancomunal Obrera. La Providencia me había hecho gracia de oírlo. En cambio, lamenté no haber escuchado las veinte palabras, de seguro tan precisas como sorprendentes, de “el Hombre”, como llamaban al administrador, don Jesús Morales.

Jesús Nazareno fue “el Hijo del...
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