maestras argentinas

Páginas: 11 (2673 palabras) Publicado: 16 de julio de 2014
Maestras Argentinas: Clara Dezcurra
de Roberto Fontanarrosa
Clara Dezcurra toma la pluma y escribe la fecha: "16 de Julio de 1840". Luego, con la
misma letra minúscula y erguida, agrega el encabezamiento: "Querida Juana". Finalmente,
tras alisar el papel que tiene la textura y la consistencia del hojaldre, embebe la pluma en la
tinta negra, y redacta: "Ayer decidí cambiar el método quesiempre utilizamos. Quise darle
a mis chicos una alternativa diferente que los arrancara de la enseñanza rutinaria. Esta vez,
en la clase de Habla Hispana, dejé de lado nuestra clásica composición 'Voyage autour de
mon bureau' y quise sorprenderlos con algo propio, conocido, cercano. Fue entonces
cuando les propuse escribir sobre 'La Vaca'."
Clara Dezcurra no lo sabe, pero ha introducido un hábitode escritura que será, luego, por
décadas, indicador y modelo en las escuelas criollas.
En realidad, poco y nada decía para sus alumnos la temática de la anterior composicióntipo, "Voyage autour de mon bureau" ("Viaje en derredor de mi pupitre") impuesta por el
maestro modernista francés Alphonse Chateauvieux a fines de 1815. La escuela de Clara
Dezcurra, apenas un simple salón de tierraapisonada, no tiene pupitres, ni bancos, ni
siquiera sillas. Los alumnos se apretujan sentándose en rejas de arado, tocones de ceiba o
simples calaveras de vaca que relucen como si fuesen de mármol. La calavera de vaca es el
asiento más fácil de conseguir, el más frecuente, porque la escuela nocturna de la señora
Dezcurra es, durante el día, un matadero clandestino.
Clara humedece con la salivade su lengua el reborde pringoso de la tapa del sobre donde
ha metido la carta. Lo cierra y luego, aprovechando el calor del candil que la alumbra
malamente, derrite casi un centímetro de lacre sobre el vértice de la juntura. Le llega, desde
afuera, el olor pesado que viene desde el saladero de cueros, el tufo casi irrespirable a
pescado podrido de la costa, y el mugido profundo de algún animalque ha olfateado,
quizás, el aroma premonitorio de la sangre.
La escuela ni siquiera está en el centro de Buenos Aires. Ahí, frente al portalón de la Iglesia
de los Cordeleros, como se lo había prometido don Juan Lezica, cuando era alguacil
segundo del Municipio, para luego decirle que, aquello, era imposible. El episcopado, o,
mejor dicho, el obispo Alcides Melgarejo, le había recordado aRosas que no debían
permitirse escuelas ni queserías en las proximidades de los templos. Y entonces le habían
dado a Clara ese quincho --porque de otra forma no se lo podía denominar-- cerca de los
corrales de Mataderos, a metros de la puerta de Santa Brígida, detrás del saladero de don
Felipe Echenaugucía. Y la escuela era nocturna. Y los "chicos", como ella los denominaba,
eran ya gentegrande: puesteros de los corrales, matarifes, carreros cachapeceros, pero muy
especialmente, federales. Hombres de la Santa Federación que llegaban a clase luciendo la
divisa punzó, mazorqueros que, en el primer día de clase, habían degollado a un negro por
robarse una goma de borrar.
Clara, todas las tardes, mientras escucha dar las siete en el carrillón de la Merced, baldea el
piso para quitarlos oscuros cuajarones de sangre que quedan de la actividad del frigorífico

clandestino, y echa hacia los potreros las reses que no han sido aún sacrificadas. Espera, en
tanto, desde el Alto Perú, la respuesta de Juana, su compañera de promoción. Intuye que su
puesto al frente de la precaria escuela peligra. Sin ella saberlo, ha permitido la inscripción
de más de un unitario. Algunos le hanconfesado su condición, como Juan José Losada.
Otros le han dicho que la vincha celeste que llevan recogiéndoles el pelo, es en honor de la
bandera. "Pero nadie viene a controlar lo que pasa en estos parajes, Juana --le ha escrito a
su amiga--. Estamos dejados de la mano de Dios. Mis chicos escriben con trozos de
ladrillos o pedazos de tripa gorda y yo utilizo las paredes como pizarra. Don...
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