Mauricio

Como todos los días, esperando que llegará el jefe con la llave. Y luego, todas las tarjetas marcadas pasadas las nueve. Esta vez, mi jefe llegó en su auto, recién comprado, nuevecito de paquete,( y eso que no nos quiso subir el sueldo porque la empresa esta mal, bajas ventas, suben impuestos), y él, con autito nuevo.

Cada uno entrando directo al reloj, y todos con cara de sueño. Luego,divisamos a nuestro jefecito regresando a su auto, abriendo la puerta y estirando su mano.

Entre Catalina y yo, cruzamos unas miradas de curiosidad. Nos acercamos un poco más al ventanal que dabajusto al auto, y no fue más grande nuestra sorpresa, al ver una mano blanca, delgada, de dedos largos y bien cuidados, pintadas las uñas de un color rosa pálido. Esa mano, muy elegante y delicada,era de una mujer muy hermosa que salió del auto del jefe.

- ¿Su señora? – preguntó un cliente que se encontraba detrás de nosotras.

Miré a Catalina y lancé una pequeña risa, miré al cliente y selo negué con la cabeza, siguiendo el trayecto de esa mujer que entró del brazo de mi jefe.

- No puedo creer lo que estoy viendo. – exclamó María, siguiendo con la mirada a la pareja que se perdió enuna oficina al fondo de la sala de ventas.

María, la señora de aseo, le tocaba el aseo tres veces por semana, y ese día le tocaba. Se acercó rápidamente a nosotras, y golpeó suavemente el hombrode Catalina, que se sentaba anonadada en su escritorio, mientras yo buscaba papeles en la fotocopiadora a su lado.

- Como tan sinvergüenza… - decía Catalina en voz baja, ordenando sus papeles.

-Solamente está aprovechando su soltería, ¿qué te asombra? –pregunté risueña.

Las dos secretarias comentaban en voz baja desde mucho rato, hasta que sonó el citófono. Ambas se percataron que lallamada venía desde la oficina de su jefe, y Catalina se levantó pesadamente, con muy poco ánimo, antes de avanzar, dio media vuelta, me entregó varios sobres de correo, y corrió hacia la puerta del...