mi angel de la guarga

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A MIS SERES QUERIDOS QUE VIVEN EN EL OTRO LADO:

A DAVID,
A MI TIO PABLO Y
A MIS PRIMAS MARISIN,
MARIGEÑA Y
ELENITA.

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MI
ÁNGEL
GUARDIÁN
POR:
PEDRO PABLO GONZÁLEZ
PRIETO

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UNA LIMOSNA POR EL AMOR DE DIOS
Yo de vida solo había probado la hiel, mamé en las ubres de la
miseria y arrastraba con resignación mi pesada cruz esperando cada
día que mañana eldestino no fuera muy cruel conmigo. Nací mujer en
una familia gitana que era tan pobre como numerosa y al cumplir los
catorce años mi padre me casó con un bestia que entre paliza y paliza
me preñó tres veces antes de los veintiuno.
Mi marido, el Muelas, llamado así porque tenía dos filas de
dientes, trapicheaba con el caballo y malamente nos podía alimentar
porque con lo que sacaba no teníasuficiente dinero para pagar lo que
se metía. Así es que mi familia malvivía con la ayuda de Cáritas y con
lo que la gente me daba cuando salía a pedir limosna.
Los días más felices eran cuando la pasma detenía al Muelas y le
llevaban a la trena, claro que tenía que ir a verlo y darle dinero y pasar
los vis à vis, pero eso era mejor que sus bofetadas y mucho más barato,
porque cuando lo soltaban,tenía que darle todo el dinero y mis hijos
comían peor.
Antes de seguir tengo que aclarar que yo apenas sé leer ni
escribir y que lo que aquí digo me lo están poniendo, mejorado, unos
amigos de los que luego hablaré.
Mi vida transcurría así, con más pena que gloria, hasta que un
buen día decidí, como tantas otras veces, dejar a mis hijos mayores en
casa de la Espe, una buena vecina quetenía una chabola más grande y
más confortable que la mía y que habían salido adelante con la chatarra
y el cartón. La Espe era vieja, sus hijos habían volado y no le
importaba cuidar de los míos. La verdad es que era más que mi madre
porque de no haber sido por ella mis hijos, muchos días, no hubieran
comido y puestos a ser sinceros, yo tampoco.
Pues como os decía, dejé a mis hijos mayores abuen recaudo en
casa de la Espe y yo salí a pedir limosna con mi hijo pequeño, que no
tenía un año, atado con una toquilla a mi cintura. Caminé por toda la
ciudad con la palma de mi mano extendida pidiendo “una limosna por
el amor de Dios”; estaba claro que no era un buen día, la gente pasaba
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de largo sorda y ciega porque ni me veían ni me oían, a veces me
parecía que me había vueltoinvisible, entonces me ponía en medio de
su camino y con una habilidad pasmosa me sorteaban, agachaban la
cabeza, apretaban el paso y huían de mí como alma que lleva el diablo,
haciéndome sentir, cada vez más, una apestada.
Solamente un joven, al que yo no había abordado, vino desde la
otra acera y con una sonrisa muy grande me dio un puñado de
monedas, todas las que tenía. Acarició la cabezade mi hijo y sin
perder la sonrisa me preguntó cómo se llamaba. Yo, contenta por
haberme encontrado con el primer ser humano del día, le contesté que
se llamaba Eduardito y mirando al cielo me aconsejó que lo tapara bien
porque seguro que iba a llover. Cogí la mano de mi joven benefactor y
quise besarla diciéndole:
– Que la luz le muestre el camino.
Pero al escuchar mis palabras retiróprecipitadamente su mano
impidiendo que mis labios rozaran su piel y mirándome a los ojos,
como asombrado, se despidió muy educadamente de mí y se marchó.
Media hora después diluviaba. Corrí a refugiarme apretando
fuertemente contra mí a mi hijo y a las monedas y, sin pretenderlo,
acerté a refugiarme en un restaurante de mucho postín. El aguacero me
había empapado y mis ropas chorreaban tantoque, en un instante, se
había formado un charco a mis pies.
Nunca, hasta entonces, había entrado a pedir en los comercios,
porque siempre nos echan de mala manera a los indigentes y en ese
lugar iba a durar más bien poco. Nada más aparecer yo, el murmullo y
las risas de los que allí tomaban el aperitivo callaron, y el silencio llenó
el local, y sus miradas se clavaron en mí, y me pareció...