Nicolas

Passepartout, despertado, había observado y no podía creer que el cruce de la tierra de los hindúes en un tren del gran ferrocarril Peninsular. Esto parecía improbable. Y sin embargonada más real! La locomotora, liderado por el brazo de un ingeniero inglés y carbón calentado, lanzó su humo en las plantaciones de algodón, café, muscadiers, clavo de olor, sal roja.El vapose extendio por unos grupos de palmeras , entre los cuales estaban pintorescos bungalows, algunos viharis, tipo de monasterios abandonados y maravillosos templos que enriquecen la matrizinagotable de la arquitectura India. Entonces, las enormes extensiones de tierras atrajo a la pérdida de la vista, selvas donde no carecía de serpientes ni el épouvantaient de tigresel relinchando de la División de tren y, finalmente, bosque, por la ruta de la pista, todavía atormentado elefante, que le echo una mirada al convoy al pasar. (...)Desde Benarés, elferrocarril siguió parcialmente el Valle del Ganges. A través de las ventanas del coche, en un clima claro, aparecieron los Béhar variado paisaje, montañas cubiertas de verde, cebada, maíz ycampos de trigo y ríos y estanques poblados de caimanes verdosos, bien mantenidos, y aldeas de frondoso bosque. Unos elefantes, jorobada de gran Cebú, llegaron a bañarse en las aguas delrío sagrado y también, a pesar de finales de la temporada y ya fría temperatura, bandas de hindúes de los dos sexos, realizando devotamente su ablución Santo. (...)Luego vino la noche y enmedio un aullido de los tigres, osos, lobos huir antes de la locomotora, el tren pasó a toda velocidad, y vio más nada de las maravillas de Bengala, Golconde o Gur en ruina, oMourshegabad, que fue una vez la capital, crecca, Hougly o Chandernagore, el punto francés del territorio indio en que Passepartout habría sido orgulloso de ver flotar la bandera de su patria