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Cuando se busca esa localización en el servicio de mapas de Google puede verse la fachada del edificio y, a escasos metros, un coche de policíacon dos agentes custodiando la zona. Era la realidad con la que, desde hacía años, se habían acostumbrado a convivir los trabajadores de Charlie Hebdo: protección policial, amenazas y luchas constantesen favor de la libertad de prensa.
Sus problemas, que en realidad son los de todos aquellos que quieran vivir en un mundo de libertad, comenzaron en 2006, cuando el semanario publicó variascaricaturas de Mahoma. Un ‘intocable’ cuya mera reproducción —sea satírica o no— está prohibida por el Islam.
“Recibimos amenazas por correo electrónico todo el tiempo y llamadas de teléfono, pero no no lastomamos verdaderamente en serio. Nos hemos acostumbrado en los últimos tiempos, creíamos que lo de las amenazas había terminado”, comentaba un periodista del semanario este miércoles. Se había bajadola guardia. O como poco, asume, se había dejado de sentir una “inmensa inquietud”.
EN CINCO MINUTOS
Ese era el clima que se respiraba en el consejo de redacción a las 11 de la mañana delmiércoles 7 de enero de 2014. Un cierto sosiego que se quebró, apenas 20 minutos después, a golpe de disparos, gritos y sangre.
Tres personas, vestidas de negro, enmascaradas y armadas con fusilesKalashnikov y un lanzacohetes, irrumpen en la segunda planta de la sede del semanario, donde se ubica la redacción, abren fuego durante cinco minutos y se dan a la fuga.
La dibujante Corinne Rey, Coco,había salido del edificio para recoger a su hija de la guardería. "Al llegar a la puerta del edificio del periódico dos hombres encapuchados y armados nos han amenazado brutalmente. Quería entrar,...
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