Orfebres Del Amanecer

I

- Ya no es tan sencillo escribir –dijo de pronto, en alta voz, destrozando la hoja de papel y echándola a la caja de cartón que hacía las veces de cesto de papeles.

Su mirada fue inmediatamente hacia el hombre que la apuntaba con la suya, con una expresión difícilmente definible, comprendiendo solo que había llamado su atención, sacándolo del libro que tenía entre sus manos. Lo demás–el mensaje en sus ojos- era indescifrable para ella.

Apretó los labios y se levantó, dándole la espalda mientras buscaba un motivo detrás de la ventana, en aquel paisaje urbano que se le mostraba monótono en la secuencia de casas de ladrillo desnudo que descendía en secuencia, como escalones, hasta la calle principal.

Sergio todavía continuó mirándola, pensando en su aspecto juvenil ycontradictoriamente tan triste.

Reconocía que poseía todos los elementos y virtudes que se necesitaban para trabajar junto al colectivo, a favor de la causa. Pero ella decía que había algo muerto por dentro y empezaba a pudrirse.

Él no creó nunca sus patrañas; antes bien, siempre tuvo la seguridad –no sin un sentimiento peyorativo- que todo lo que ella expresaba era resultado de achaquesexistencialistas, engendrados en la educación pequeño-burguesa.

Mucho discutieron, mucho esfuerzo se había invertido en el afán de comunicarse, de hacerse entender cada quien en su propio lenguaje, sin que hasta ahora ninguno hubiese asumido la razón del otro.

Su argumento más frecuente se relacionaba con la idea de que los seres humanos somos sogas de dos cabos: lo uno conlleva inexorablemente alo otro. “El existencialismo del cual me acusas”, solía repetir, “es sólo el resultado de una carencia, sea material o de otra especie; se trata, simplemente, uno de mis extremos entre los que oscilo constantemente buscando mi propio centro, mi equilibrio”. Patrañas. No terminaba de entender la mitad del significado de tales palabras, pero le sonaban a pendejadas. Lo llegaba a sentenciar en altavoz, sobre todo cuando le exasperaba descubrir que para ella nada podía ser negro o blanco, sino una interminable gama de claroscuros que para él solía ser inaceptable y peligroso.

Para él las cosas siempre fueron buenas o malas, con amor o con odio, blancas o negras; pero nunca una mezcolanza. Nunca un término medio. Su experiencia de vida siempre lo obligó a aceptar una concepción del mundototalmente definida y radical.

Muchas veces, durante sus conversaciones –casi siempre polémicas- ella le miraba con asombro y admiración, para soltarle un daría media vida por ser tan siquiera un poco como tú sin medias vueltas sin dudas sin pensar dos veces las cosas, que lo dejaba francamente fuera de lugar, con la mente convertida en una enorme interrogante, sin imaginar lo que significabaestar en su posición controvertida; y mucho menos ese constante “irse al lado oscuro del mundo”, como ella denominaba ese estado de melancolía en que caía con tanta frecuencia.

“Es sencillo adaptarse a las definiciones: decides sostenerte con algo palpable, comprendido de todos. Es muy fácil aferrarse al mismo árbol de convicciones al que se aferran los demás, un grupo o la mayoría, y dejar laresponsabilidad de nosotros mismos a la idea general, al juicio del colectivo”, le había dicho en alguna oportunidad, “Yo creo que eso es lo más socialista que hay en el espíritu humano”, casi la escuchaba reír, casi la miraba revertir esa risa en mirada austera, “Lo responsable; lo difícil es meterse en aquello de nosotros mismos a lo cual tanto tememos; aquello, por cuya causa, seremos tantas vecesrepudiados”. Pendejadas.

- ¿Qué te pasa? –preguntó, al fin, con cierta aspereza, natural en su trato con todos.

Ella se volvió para mirarlo y sonrió a medias, alzándose de hombros mientras respondía un nada que quería decir todo lo contrario.

Sergio dejó el libro a un lado dejando escapar un suspiro, levantándose con la expresión de quien reúne toda su voluntad para realizar una...