Pobreza infantil

¡Las perras son unas malditas, son unos demonios! Decía mientras arrancaba los cachorros de las tetas de la madre, las volteaba y les miraba patas arriba los diminutos genitales; si tenían vaginaiban para el costal que yo sostenía con mis lánguidos brazos y suplicante entre sollozos le pedía que no lo hiciera… ¡por favor abuela, por favor!
Inútiles resultaban ser todas las súplicas y reclamosdisfrazados de valederos argumentos para salvarle la vida a las pequeñas que días antes en una discreta ceremonia de bautizo, que con leche y pan a escondidas habíamos celebrado mis primos y yo… eranlos únicos ahijados que en la vida tuve… los hijos de Sirena… la fiera que cuidaba la finca en las noches y que no soltaba una camada para parir la siguiente… nunca tuvo menos de siete… nunca lamayoría fueron machos… siempre hembras… gritaba mi abuela: ¿mas hembras?… ¡malditas perras! ¡Sólo saben parir! Y ¿qué vamos a hacer con tanto chandoso en la casa?...
Nunca podré olvidar la noche que bajé yla encontré en la cocina batiendo el rabo sangroso y los chiquitos animalitos con los ojos cerrados… estaba feliz, la dichosa madre me mostraba uno a uno sus cachorros, yo los levantaba y les besabael hocico… los miraba por delante y por detrás y les buscaba un nombre y el parecido con alguno de los compañeros; guardianes de la finca… tampoco podré olvidar cuando esquelética entre loscorredorcitos del horno donde el abuelo en años de antaño asaba los ladrillos y las tejas de barro para el mercado, me escabullía como lombriz buscando a los cachorros escondidos en las cuevas que parecíanrecamaras de castillo… uno a uno los iba sacando en un costal… si hubiera yo sabido para qué los estaba sacando, les habría tapado la salida o los habría negado y en la noche entre los marranos que secriaban en la parte de afuera, les habría sacado y llevado muy lejos de la bella anciana que no quería saber más de perras en la casa. No era su culpa… todo era el resultado de años alimentando...