Relaciones Laborales
E n el difícil verano inglés de 1816, el filósofo utilitaristajam es Mili
escribió a David Ricardo, el gran econom ista político de su tiem po,
acerca de los efectos de la sequía en la producción agrícola. Mili es
taba preocupado p o r la m iseria que resultaría de la sequía, «cuya
sola idea produce escalofríos: u n tercio de la población morirá». Si
elfatalismo de Mili p o r la h am b ru n a y la sequía era sorprendente,
tam bién lo era su fe en las exigencias de u n a versión más bien sim
ple de lajusticia utilitarista, o rientada tan sólo a reducir el sufrim ien
to. «Sería u na bendición», escribía Mili, «llevarlos [a los afectados
p o r el ham bre] a las calles y a los cam inos y degollarlos com o hace
mos con los cerdos». Ricardoexpresaba considerable sim patía con
la exasperación de Mili, y com o Mili (James Mili, no J o h n Stuart
Mili, me apresuro a aclarar) m anifestaba su desdén p o r los agitado
res sociales que trataban de sem brar el descontento con el o rden
establecido y decían a la gente, equivocadam ente, que el gobierno
podía ayudarla. Ricardo escribió a Mili que lam entaba «ver u n a dis
posición de inflamar las m entes de las clases bajas al tratar de per
suadirlas de que la legislación p u ed e financiar alguna ayuda»1.
La denuncia de las protestas incendiarias p o r parte de David
Ricardo es com prensible dada su creencia —y la de Mili— en que el
pueblo am enazado p o r la h am b ru n a resultante del fracaso de la co
secha de 1816 no se podía salvar de n in g u n a m anera. El enfoquegeneral de este libro es, sin em bargo, adverso a tal reproche. Im porta
e n ten d er las razones de esta divergencia.
Prim ero, lo que tiende a «inflamar las mentes» de la hum anidad
sufriente no puede ser sino de interés inm ediato para la form ulación
I .A
I D E A D K L A JL S T I C I A
de políticas y para el diagnóstico de la injusticia. Hay que exam inar el
sentim iento deinjusticia incluso si resulta estar equivocado, y hay
que atenderlo de m anera concienzuda si está bien fundado. Y no
podem os estar seguros de si está equivocado o bien fundado sin la
debida investigación*. Sin em bargo, puesto que las injusticias se re
fieren con suficiente frecuencia a fuertes fracturas sociales, vincula
das a divisiones de clase, g énero, rango, posición, religión, com unidad y otras barreras establecidas, resulta difícil rem ontar esas barreras
para realizar un análisis objetivo del contraste entre lo que sucede y
lo que podría suceder, que es esencial para el avance de la justicia.
Tenemos que atravesar dudas, preguntas, argum entos y escrutinios
para alcanzar conclusiones sobre si la justicia puede avanzar y cómo.
U n enfoque de la justicia que estáparticularm ente com prom etido
con el diagnóstico de la justicia, com o el de este trabajo, tiene que
perm itir que se tom e atenta nota de las m entes inflamadas com o pre
ludio del escrutinio crítico. La indignación puede em plearse para
motivar el razonam iento y no para reem plazarlo.
Segundo, aun cuando David Ricardo fue tal vez el más distinguido
econom ista británico de su época, los argumentos de quienes él con
sideraba com o simples instigadores de la protesta no m erecían tan
pronto rechazo. Q uienes instaban al pueblo am enazado p o r el ham
bre a creer que la legislación v la política del gobierno podían miti
gar su sufrim iento tenían más razón que Ricardo en su pesimismo
sobre la posibilidad de la avuda social efectiva. En efecto, la buena
política pública puedeelim inar p o r com pleto la ocurrencia del ham
bre. La investigación rigurosa de las ham brunas ha puesto de relieve
su carácter fácilm ente previsible v los resultados avalan la querella de
los inconform es, en lugar de sustentar el rechazo formalista —y a ve
ces perezoso— de la posibilidad de ayuda p o r los pilares del estable
cim iento. U na adecuada valoración económ ica de la...
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