Relato de iniciación

No más cuentos de hadas

Me encuentro sola, en la madrugada de un sábado haciendo la fila para comprar el pasaje del autobús nocturno. Soy consciente que el toque de queda empezó hace varias horas, pero sólo pienso en volver a casa. Mi cuerpo ya no es mi cuerpo, o por lo menos no lo siento mío ahora. Estoy atrapada en el cuerpo de una chica de quince años, con largo cabello rubio totalmentedespeinado y un vestido corto y floreado, manchado con sangre. Este cuerpo no va con lo que soy, ya no, cierro los ojos y dejo que las voces en mi cabeza me recuerden lo que sucedió.

El viernes en la escuela Sebastián Lornes detuvo mi paso mientras caminaba por el pasillo y me preguntó si quería ir a su casa esa noche para ver películas del oeste. En ese momento no entendí por qué el chicomás popular, el más deseado del colegio querría pasar un viernes por la noche conmigo, solos y menos cómo sabía que amaba las viejas películas del oeste. Nos conocemos desde que íbamos al jardín pero de alguna forma nunca se aprendió mi nombre. Solamente se acercó con su andar muy varonil y despreocupado y me dijo “Linda, por qué no venís a mi casa el viernes, miraremos unas películas, ¿te gustan lasdel oeste no?” No se acordaba mi nombre y no estoy segura de alguna vez haberle dicho que me gustaban esas películas, pero era así y no me importaba. Le dije que sí y pasé los tres días previos al viernes eligiendo que ropa ponerme. Finalmente, el viernes por la tarde estaba lista, vestía un vestido floreado y mi trenza característica, mi madre me llevó en el auto hasta la casa de Sebastián.En mi cabeza estaba todo planeado. Yo llegaría, él me haría pasar, nos sentaríamos en el sillón en un silencio incómodo y ninguno de los hablaría hasta que llegara su madre con galletitas y quizás un té. Mientras comemos, él me contaría un chiste tonto sobre su compañeros de fútbol de la escuela, no sería gracioso, pero yo reiría igual y poco a poco el hielo se rompería. Charlaríamos un poco denuestras vidas, de los que nos gusta hacer y de todos los lugares a los cuales queremos ir de grandes, cuando podamos salir a todas horas sin preocuparnos por el toque de queda. Hablaríamos de lo que queremos hacer cuando seamos grande, le contaría sobre mi deseo de ser médica y ayudar a la gente, él me preguntaría por qué y yo le contaría sobre mi hermana, como ella murió de una enfermedad pococomún que nadie supo curar. Él, con gesto serio y preocupado en su rostro, me tomaría de la mano para mostrarme su apoyo y comprensión, ninguno de los dos hablaría por unos minutos pero esta vez no sería un silencio incómodo. Un rato después veríamos las películas, dos o quizás tres, y nos reiríamos haciendo comentarios graciosos al comparar al vaquero villano con nuestra profesora de matemática.Durante la parte romántica de la película, él miraría para otro lado y tímidamente pasaría su brazo por mis hombros, yo giraría mi cabeza, nos miraríamos a los ojos por unos segundos que se sentirían como una eternidad y poco a poco él acercaría sus labios a los míos en un beso corto y totalmente maravilloso. Luego, al alejarnos un poco uno del otro, pero no mucho, terminaríamos de ver las películas.Al final de la velada, su madre me llevaría a casa en su auto, sin antes de despedirme de él con un beso en la mejilla. Llegaría a casa contenta, cenaría con mis padres y pasaría la noche desvelada pensando en Sebastián, hasta que bien entrada la noche, me quedaría dormida. Quizás era un plan un poco optimista, pero me mantuvo entretenida en el camino a su casa. Toqué la puerta, me acomodé elvestido y el cabello esperando a que comenzara el plan.

Pero el que abrió la puerta no era Sebastián, era Hernán, un compañero de nuestro curso. Él tenía un vaso de cerveza en la mano y se me quedó mirando unos segundos, sonrió pícaramente y luego se fue. La música que venía de adentro sonaba demasiado fuerte, entré en la casa y me encontré con lo que sería probablemente la mitad de la escuela...