reportaje mujeres gitanas

Por la honra de mi
familia
Por Andrea Oviedo Azpiazu
Su vida no es prioritaria para ellas, la
de sus hijos sí. Nacen queriendo ser
bailarinas, peluqueras o cantantes
pero, sus sueños duran poco. Isabel,
Macarena y Esmeralda despertaron
en la adolescencia para tomar
decisiones que nunca les volvieron a
dejar soñar con ellas mismas.
Hoy, rezan para que sus hijos no
sufran las cicatricesde los partos
prematuros,
los
golpes,
las
consecuencias de las drogas, el
racismo y lo que más les ha marcado,
el machismo.
Ahora todo es más fácil que antes. La
generación de gitanas adolescentes
actual ya nada tiene que ver con las de
los tiempos en los que eran ellas
quienes tiraban de las carretas y de los
burros migrando de pueblo en pueblo
para conseguir alimentar a una tropade
niños.
Antes, los caseros de los caseríos las
destrozaban a palos o llamaban a la
Ertzaintza para que lo hicieran por ellos
si trataban de acampar en su terreno.
Isabel, en cambio, ni se plantea la
posibilidad de quedarse en la calle;
antes acude a un centro de integración
social que no tener donde refugiar a sus
dos niñas pequeñas. Macarena, de 38,
tampoco cree que pudiese. Quien sílo
ve natural, en cambio, es Esmeralda,
una mujer de 65 años que da gracias a

Dios cada día por haberle dado una casa
digna donde terminar de criar a sus
hijos. “Nunca es tarde” dice, para tener
derecho a agua caliente sin miedo a que
te golpeen o te humillen por tratar de
hacer uso de ella.
Desde la puerta del salón de su casa,
rememora aquellos difíciles tiempos
mientras limpia lamesa y espera a que
se haga el café. Apenas le quedan
dientes, pero le sobra la fuerza cuando
se trata de hablar de su vida. Y es que
hoy, ella se siente feliz. Tiene una
arteria que no para de darle problemas,
un hijo fallecido a sus espaldas además
de una corta experiencia en la cárcel,
pero eso ahora ya no le importa. Acaba
de salir del culto y se siente satisfecha
con todo lo que harezado durante dos
horas.
Tampoco le importa que su marido
apenas le deje articular palabra, porque
hoy hay invitados payos en casa y eso
es poco habitual. Sí, la casa está
siempre llena de familiares, ya sean
hijos, nueras o nietos o, pero nunca
preguntan por ella como hoy, siempre lo
hacen por su marido, el patriarca de
Guipúzcoa.
El matrimonio de Vicente y Esmeralda
se consagró haceya muchos años,
cuando ambos tenían 17 y 19 años y
pocas opciones de elegir. Su relación no
fue fruto del amor a primera vista, sino

de una pedida que organizaron sus
padres antes incluso de que ellos se
conocieran.
Después de siete meses de novios, se
casaron en Bilbao, ciudad de origen de
él,
como
estaba
establecido.
“Cumplimos con lo que se nos pidió”,
asegura ella, y comentaque así son
todas las bodas gitanas, al menos, todas
las que ella ha conocido.
En su cultura, las mujeres no tienen
muchas posibilidades de conocer
hombres; salir de casa y experimentar
está mal visto tanto por ellas como por
ellos. Es por eso por lo que se hacen las
pedidas, para posibilitar las bodas y
procurar una nueva familia a los hijos y
a las hijas. Además, cuando las niñas yatienen una edad, ya sean 14, 16 o 20
años, comienzan a pensar en cómo
serán sus vestidos de boda y su
casamiento, por lo que generalmente,
las pedidas son aceptadas de buen gusto
y con mucha ilusión.
Macarena, la sexta hija de Esmeralda,
también se casó de la misma forma. Sin
embargo, su caso fue diferente, ya que
ellos dos ya se conocían, se deseaban y
fueron ellos quienes rogaron a suspadres que se realizara la pedida de
mano entre ambos padres.
A la mayoría de las bodas
gitanas

les

precede

una

pedida de mano por parte de
los padres, y en ocasiones la
pareja ni siquiera se conoce.
Poco importaba para las familias que
fueran primos lejanos, mientras las
familias no fueran conflictivas y

estuviesen socialmente aceptadas. Por
suerte, así lo eran, de modo...