Sangre de monstruo R.L Stine

Páginas: 78 (19493 palabras) Publicado: 8 de enero de 2016
Evan Ross cree que ha acabado con la Sangre de M onstruo, esa repugnante sustancia verde que nunca deja de crecer y convierte a las mascotas en bestias feroces, y a los
chicos de doce años en gigantes monstruosos.
Sí, pero ahora ha aparecido una nueva clase de Sangre de M onstruo. También está dentro de un bote y es tan pegajosa como la otra... aunque ésta es azul, y hay algo
que la hace muyespecial: en lugar de crecer, se multiplica para dar vida a unas criaturas de dientes muy afilados...

R. L. Stine

Sangre de monstruo IV

Pesadillas - 60

ePUB v1.0

javinintendero 21.10.12

Título original:Goosebumps #60: Monster Blood IV

R. L. Stine, 1994.

Traducción: Laura Paredes Lascorz

Realización de cubierta: Estudio EDICIONES B

Editor original: javinintendero (v1.0)

ePub base v2.0 Capítulo 1
Evan Ross estaba pensando en la Sangre de M onstruo. Pensaba mucho en ella.
Evan desearía no haberla descubierto nunca. Esa sustancia verde, pegajosa y viscosa tenía que ser la más peligrosa de la Tierra.
Evan sabía que, en cuanto abrías una lata de Sangre de M onstruo, estabas perdido. El monstruo crecía y crecía, y absorbía todo lo que encontraba a su paso.
Y si comías sun quereralgo de sustancia verde, ¡cuidado! Un poco de Sangre de M onstruo había convertido a Cuddles, el hámster de la clase, en un monstruo rugiente
tan grande como un gorila.
Y cuando Evan se tragó sin darse cuenta un poquito, se volvió más alto que su casa. No fue el día más feliz de su vida; fue un día que no quería recordar.
Así pues, ¿por qué pensaba hoy en la Sangre de M onstruo?
El jersey verde quellevaba se la recordaba. Había suplicado a su madre que no le tejiera el jersey de verde pero ya lo tenía empezado; era demasiado tarde para cambiar
el color.
—Te sienta muy bien el verde —dijo su madre—. Te realza el color de los ojos.
—No quiero que me realce el color de los ojos —le respondió Evan.
Quería gritar. La lana que había usado era más verde que un sapo. Le hacía pensar que estabaatrapado en el interior de una gota verde gigante de Sangre de M onstruo.
—Póntelo para ir a casa de tu primo Kermit —le ordenó la señora Ross.
—No me hace falta llevar jersey —protestó Evan—. Ponlo en la maleta.
—Póntelo. Estamos en invierno —insistió su madre—. Hace frío incluso aquí, en Atlanta.
—No quiero ir a casa de Kermit —gruño Evan mientras se pasaba el jersey por la cabeza. Verde, ¡quéhorror! Y encima, picaba—. ¿Cuánto tiempo estaréis fuera papá y
tú?
—Sólo nueve o diez días —respondió su madre.
—¿Sólo? —exclamó Evan, que luchaba ahora con las mangas—. ¡M e moriré! La tía Dee cocina muy mal. Le echa esa salsa picante a todo. ¡Incluso a los bizcochos!
—Tu tía no echa salsa picante a los bizcochos —respondió la Señora Ross con severidad—. Le gustan mucho las especias pero…
—Explotaré—insistió Evan—. Y ese imbécil redomado de Kermit…
—No llames imbécil redomado a tu primo —lo riñó la señora Ross.
—Pero es que lo es, ¿no? —preguntó Evan.
—Eso no tiene nada que ver —dijo su madre. Después, le colocó bien el jersey por debajo de la cintura y lo admiró—: Te queda perfecto. Y me gusta ese tono verde.
—Parezco una sandía madura —masculló Evan.
—Y no lo olvides: tía Dee te paga para queatiendas a Kermit —le recordó la señora Ross mientras le alargaba la maleta—. ¿No querías ir a esos campamentos de
verano? Pues no podrás si no ganas dinero para pagarlos.
—Ya lo sé, ya lo sé. —Le dio un beso de despedida a su madre.
—Tu padre y yo te llamaremos cuando lleguemos a Tucson —dijo la señora Ross—. Cuida bien de Kermit. Y pórtate bien con la tía Dee.
—No comeré hasta que regreséis —leadvirtió Evan—. M e quedaré en treinta kilos.
Su madre se rió.
«Cree que bromeo», pensó Evan con amargura.
Cargó con la mochila y la maleta y se dirigió a la puerta trasera. Al pasar ante el espejo del recibidor se vio reflejado con el jersey.
—Horrible —murmuró—. Parezco un pepinillo.
—¿Decías algo, Evan? —gritó su madre.
—¡He dicho que gracias por el jersey! —le gritó de vuelta.
Segundos...
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