Sidney Sheldon Nada es Eterno

Sidney Sheldon

NADA ES ETERNO

Traducción de Elizabeth Casals
CÍRCULO DE LECTORES

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A Anastasia y Roderich Mann, con amor

Deseo expresar mi sincero agradecimiento a los numerosos médicos, enfermeras
y técnicos que generosamente compartieron sus conocimientos con el autor.

Todo lo que los medicamentos no curan lo cura el cuchillo; lo que el cuchillo no
cura lo cura el hierro candente, y loque así no se pueda curar debe considerarse
incurable.
Hipócrates, hacia 480 a. C.

Hay tres clases de seres humanos: los hombres, las mujeres y las mujeres que
ejercen la medicina.
Sir William Osler

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PRÓLOGO
San Francisco, primavera de 1995
El fiscal de distrito Carl Andrews estaba furioso.
-¿Qué diablos pasa aquí? -quiso saber-. Tenemos tres doctoras que viven juntas
y trabajan en el mismohospital. Una de ellas estuvo a punto de hacerlo clausurar,
la segunda mata a su paciente por un millón de dólares y la tercera es asesinada.
Andrews dejó de hablar y respiró hondo.
-¡Nada menos que tres mujeres! Los medios de comunicación las tratan como si
fueran celebridades. ¡Están por todas partes! La revista 60 Minutes les hizo un
reportaje. No puedo hojear un periódico ni una revista sin versus fotografías o leer
algo sobre ellas. Apostaría a que Hollywood quiere hacer una película, ¡y las muy
zorras se convertirán en heroínas! No me sorprendería que el Gobierno imprimiera
su imagen en sellos de correos, como hicieron con Elvis Presley. ¡Pero por Dios,
no voy a soportarlo!
Dio un puñetazo contra la fotografía de una mujer en la portada de Time. El titular
decía: "Doctora PaigeTaylor: ¿ángel piadoso o discípula de Satanás?".
-Doctora Paige Taylor. -La voz del fiscal de distrito parecía asqueada. Se volvió
hacia Gus Venable, el jefe de su equipo de fiscales-. Te dejaré este proceso, Gus.
Quiero una condena. Asesinato en primer grado. La cámara de gas.
-No te preocupes, -respondió Gus Venable con tranquilidad-. Me encargaré de
ello.
Sentado en la sala del tribunal, Gus Venableobservó a Paige Taylor y pensó:
"Parece estar hecha a prueba de jurados. -Esbozó una sonrisa-: Nadie está a
prueba de jurados".
Paige Taylor era alta y esbelta y sus brillantes ojos de un castaño oscuro
destacaban sobre un rostro pálido. Un observador desinteresado sólo la habría
catalogado como una mujer atractiva, pero alguien más atento habría advertido
algo más: que todas las etapas de su vidase reflejaban en su rostro. Podía verse
el alegre entusiasmo de la niña superpuesto sobre la tímida inseguridad de la
adolescente y sobre la sensatez y el dolor de la mujer. Tenía un aire de inocencia.
"Es el tipo de muchacha, -pensó con escepticismo Gus Venable-, que cualquier
hombre estaría orgulloso de presentarle a su madre, si es que a su madre le
gustaran las asesinas a sangre fría.
Habíauna expresión de lejanía casi pavorosa en sus ojos; una mirada que decía
que la doctora Paige Taylor se había replegado hasta lo más profundo de su ser, a
un sitio y a un tiempo diferentes, lejos de la sala fría y estéril donde estaba
atrapada.
Transcurría la segunda semana de la vista del juicio en el noble y antiguo Palacio
de Justicia de San Francisco, en Bryant street. El edificio que albergabael
Tribunal Superior y la Prisión del Condado era de aspecto impresionante: tenía
siete plantas y estaba construido con bloques de piedra gris. Todo visitante era
sometido a estrictos controles de seguridad electrónicos. En el interior del edificio
había ocho salas de audiencia y, en el tercer piso, estaba el Tribunal Superior. En
la sala 121, donde se celebraban juicios por asesinato, el estradodel juez estaba
cerca de la pared, y detrás tenía una bandera norteamericana. A su izquierda se
3

encontraba el banco del jurado, y en el centro, separados por un pasillo, había dos
escritorios: uno para el fiscal y otro para el abogado defensor.
La sala estaba repleta de periodistas y de ese tipo de espectadores que se
sienten atraídos por los accidentes fatales y por los juicios por...