Soledad

Soledad
Jayne V. Clark
Cuando era niña, a menudo me sentaba en la iglesia, con la esperanza de que anunciaran mi himno favorito, el número 253: Ten fe en Dios cuando tu camino sea de soledad, Él ve y conoce todos los caminos que has andado; nunca está solo ni el más pequeño de sus hijos; ten fe en Dios, ten fe en Dios.
¿No creen que es curioso que una pequeña de quizá seis o siete añosamará ese himno? Después de todo, ¿Cuántos caminos podía haber ya recorrido? ¿Y qué podía saber de la soledad si estaba creciendo en una familia típica de clase media en las décadas de los cincuentas o sesentas, con una mamá, un papá y un hermano mayor, todos cristianos? No sólo eso, como parte de la generación nacida en el boom de la natalidad, vivíamos en esos nuevos desarrollos suburbanospopulares. Muchos niños de mi edad vivían allí. Paseábamos en bicicletas, jugábamos pelota y nos deslizábamos en trineo juntos. ¿Cómo era posible que me sintiera sola?
Mi soledad se intensificó cuando nos mudamos a un vecindario donde no había niños de mi edad. No obstante, encontré consuelo en nuestra nueva iglesia. Un versículo estaba pintado con letras doradas en la pared roja gigante detrásdel predicador: “He aquí yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo” (Mt 28:20 RV60). Me recordaba que no importaba donde estuviera, Jesús estaba conmigo y Dios cuidaba de mí. Aun así, me sentía sola.
Un beneficio de mi soledad fue que me hacía sensible a la soledad de otros. Karin, la niña más inteligente y flacucha de mi salón, era a menudo el blanco de las bromas en el área de juegos. Unavez hice una actividad divertida con ella porque me daba lástima. En otras ocasiones, me avergüenza decirlo, deliberadamente la evadía.
Robin fue la primera y única niña afroamericana de toda la escuela. Era prácticamente imposible que pasara inadvertida. Sólo puedo imaginarme cuán sola y asustada se debió haber sentido.
No era algo de lo cual sorprenderse que Karin y Robin se sintieransolas, ¿Pero Joan? En la Escuela secundaria, Joan era parte de los chicos que estaban en onda. Aquellos que no estábamos en ese círculo pensábamos que ser parte de él resolvería nuestros problemas de soledad, pero estábamos equivocados. La popularidad tiene un costo: ¡Amóldate o ya verás! Si no te vestías de cierta manera, actuabas de cierta manera y adoptabas ciertas opiniones, pronto estaríascon el resto de los mortales. Joan sentía que estaba usando una máscara y se preguntaba si alguna vez la conocerían como realmente era. La popularidad tenía sus ventajas, pero proteger a Joan de la soledad no era una de ellas.
¿Cómo sé todo esto? Porque una manera en la que lidié con la soledad fue convirtiéndome en una persona que escucha a los demás. Yo era callada, así que las personas sesentían seguras para abrirme su corazón. Además de eso, sabía que la Biblia dice que trates con los demás como quieras que los demás te traten. Al estar escuchando a través de los años, llegué a notar que una amplia variedad de circunstancias tienen como resultado una experiencia similar – soledad. La soledad no respeta edad, raza, sexo o estado marital o económico.
Una experiencia comúnConozco a chicos ricos cuyos padres viajan o trabajan todo el tiempo, dejándolos al cuidado o atención de alguien más; también conozco a chicos huérfanos que no tienen sentido de pertenencia a ningún lugar; hijos en hogares de padres solteros quienes batallan por la pérdida de uno de sus padres por muerte o divorcio; hijos únicos que anhelan un hermano o hermana; hijos de familias grandes que sesienten perdidos en la multitud, y chicos de familias “normales” como la mía. Todos experimentan la soledad.
Los adultos solteros experimentan soledad. Es natural el deseo de tener a alguien con quien compartir la vida. Pero algunas veces las expectativas ni siquiera son tal altas – sólo les gustaría un lugar donde pasar las celebraciones de días festivos. Es fácil pensar, con seguridad, que...