Somos los Millers, Crítica de la película
A ambos les falta química, si bien sacan un aceptable partido de su radical disparidad de criterios. La figura básica es un David que a sustreintaytantos años sigue ejerciendo de camello a pequeña escala y, eso sí, con los suficientes escrúpulos para no negociar con menores de edad. El problema es que el que juega con fuego acabaquemándose y fruto de un incidente con varios jóvenes se endeuda con un narcotraficante que le obliga, como única solución para perdonarle y evitar represalias, a pasar un importante alijo de drogasdesde México. Aunque acepta el reto, que él califica de contrabando, decide hacer bien las cosas y forjar una familia de la nada para no despertar las sospechas de los guardias fronterizos yevitar una condena que rebasaría los 20 años de prisión.
Y en esa búsqueda de su «ejemplar familia» y con el señuelo de una jugosa bonificación reúne en el entorno en el que vive a una seductoraStripper que en principio no tiene nada claro el tema, que hace las veces de su esposa, y dos jóvenes, una muchacha huida del hogar que va siempre a su aire y un adolescente alienado por losvideojuegos, que se hacen pasar por sus hijos. Lo peor es que la excursión a México se convierte en una aventura infestada de incidentes que les lleva a aparentar que son un clan idílico.
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