Terror En Winnipeg
EL
BARCO
DE
Eric Wilson
Terror
en Winnipeg
VA 3 O R
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U
PERRO furioso se abalanzó sobre Tom.
— ¡No! — gritó, dando un rodeo.
Con un golpe metálico, la cadena unida al
collar detuvo al perro. Temiendo que la
cadena no resistiera, Tom se dirigió nervioso
hacia una arboleda donde le esperaba senta
da su amiga Dianne, que le sonrió.
— Ya he oído ladrar al perro. Veo que has
vuelto afracasar.
Tom se encogió de hombros.
— Algún día atravesaré sin ser visto vues
tro sistema de seguridad.
— Lo dudo. Papá tiene guardas y perros
por toda la finca. No puede pasar nadie.
— Yo puedo hacerlo.
Arrodillándose en el suelo, Tom se sirvió
de una ramita para esbozar un nuevo plan
que permitiera eludir el sistema de seguridad.
n
*
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Mientras tanto se acercó silenciosamente un
hombre.
—Tiene que irse dentro, señorita Dor
chester.
Dianne suspiró.
— Esto de tener guardaespaldas es como
estar en la cárcel.
— Puede que sí — dijo Tom— , pero resulta
emocionante venir de visita, con todo este
sistema de seguridad.
Dianne sacudió su cabellera rubia.
— No me gusta nada tener guardaespal
das, Tom, pero me imagino que estarán sólo
hasta que la policía capture a esos terroris
tas dedemon que han amenazado con rap
tarme.
— demon amenazó a tu padre para obligar
le a cerrar las fábricas que, según ellos, están
contaminando el medio ambiente. ¿Por qué
no las cierra?
— ¡Ni hablar! Papá piensa que lo que los
terroristas quieren es destruir las industrias
Dorchester, y lo que menos les importa es
proteger el medio ambiente. Dice que nunca
dará su brazo a torcer.
Siguieron alguardaespaldas por el bosquecilio y luego salieron a una sinuosa calzada.
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Cerca había un muro de ladrillo. Un guarda
vigilaba la pesada puerta de madera que
daba acceso a la finca.
El guarda hizo un gesto al guardaespaldas
para que se acercara y abrió un ventanuco
de la puerta. Miraron fuera y parecían preo
cupados. Tom se acercó para escuchar lo
que hablaban.
— El Ayuntamiento siempre nos avisacuando mandan trabajadores — dijo uno de
ellos.
El otro asintió.
— Cuando llegue a casa, llamaré por telé
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fono al Ayuntamiento. Hay algo que no me
gusta.
Desde el otro lado de la puerta llegaba el
ruido de las máquinas y Tom pudo ver
algunos hombres en traje de faena, excavan
do en la carretera.
— ¿Qué sucede? — preguntó, al tiempo que
el guardaespaldas de Dianne reemprendía la
marcha.
—Nada — dijo el hombre, aunque parecía
preocupado.
Pasado un recodo encontraron una casa
impresionante con muros de piedra. Al acer
carse a ella, los enfocó una cámara de tele
visión y un guarda abrió la puerta.
Una vez dentro, los dejaron los guardas y
Tom se dirigió a Dianne.
— ¿Ha instalado tu padre algún nuevo
dispositivo de seguridad desde la última vez
que estuve aquí?
Ella asintió y lellevó hasta la puerta de un
gran salón.
— ¿Notas algo?
Tom recorrió con la vista el salón, pero
sólo vio muebles antiguos y cuadros al óleo
con marcos dorados.
— No, nada especial.
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— Se trata de un detector ultrasónico que
emite ondas de alta frecuencia. Si alguien
entra en el salón, interfiere las ondas y pone
en marcha la alarma.
— ¡Fantástico! — dijo Tom, apuntándolo
en su cuaderno de notas— .Tu padre se
adelanta siempre a los malhechores.
— Esperemos que así sea.
Salieron del vestíbulo y se dirigieron hacia
una sala donde los esperaba un refrigerio;
Dianne sifvió dos vasos de leche, mientras
Tom centraba su atención en un gran trozo
de tarta de chocolate.
— Escucha, Dianne. He decidido poner de
nuevo a prueba vuestro sistema de seguridad.
— ¿Qué vas a hacer ahora?
Tom observó lasestanterías repletas de
libros encuadernados en piel.
— ¿Tendrán chinches esos libros?
Dianne se echó a reír.
— A lo sumo habrá termitas.
Tom bajó el tono de voz.
— Se supone que los guardas vigilan cuan
do tú estás en el jardín, ¿no?
Dianne asintió.
— Y cuando sales de la finca, llevas un
guardaespaldas.
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— Así es.
— Mi plan consiste en llevarte por el jardín
y salir de la finca sin que los...
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