UN AGUJERO EN LA PANTALLA de Daniel Moyano
Un sudaca en la corte,
Caballo Negro,
2012.
Viivíamos al lado del cine en aquel pueblo de los años cuarenta perdido en esas soledades de las pampas del cono sur.
Colindaba con nuestra casa, de modo que todas las noches “oíamos” la película y nos
imaginábamos las imágenes. Todos, menos el tío Eugenio, que no había ido nunca porque, decía, se trataba de un engaño, todo aquello era una ilusión, al encenderse las luces los
personajes desaparecían, y la pantalla no era más que un trapo. Cuando nos veía volver del cine, todos los domingos, y comentar la película, decía “no puedo
creerlo, no me entra en la cabeza que hablen de esas ilusiones como si hubiesen sucedido”. Y
nos trataba de tontos e ignorantes. Si la película había tenido un final triste, la tía Delicia, que siempre tuvo por propios todos los
amores del mundo, entraba en la casa llorando. “Pobrecita”, sollozaba pensando en la heroína, mientras se desvestía para seguir llorando en la cama.
Entonces el tío Eugenio enrojecía de impotencia, no encontraba palabras para refutar el hecho
de que una ilusión provocara lágrimas reales. Lo convencimos en Semana Santa. Iban a pasar el film “Vida de Cristo”, y eso, claro, aunque
fuera una ilusión, había sucedido en la vida real porque él era muy creyente. Entró con aires de estar muy incómodo, mirando a la gente como avergonzado de que lo vieran
en el cine. A los cinco minutos de empezar la película estaba tan poseído como en la cancha cuando iba a ver un partido de fútbol. Al ver que Judas se entendía con los romanos, “yo a esto
no lo aguanto”, dio y salió corriendo para el lado de la casa.
Apareció con la escopeta justo en el momento en que Judas entregaba a su Maestro. Y para no herir a nadie accidentalmente, esperó a que el apóstol estuviese apartado de los demás.
Y bueno, el agujero en la pantalla coincidió con el grito y encendido de todas las luces y la ...
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