Un reto para la izquierda

Si alguien se pregunta qué ha pasado con la izquierda dura ahora que el muro de Berlín ha caído y que Fidel Castro está más interesado en cultivar turistas ricos que guerrillas, la respuesta es simple: ha caído sobre Seattle para manifestarse contra la reciente reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC).


Las aproximadamente 500 organizaciones presentes abarcan desdelas más serias -como los ecologistas Sierra Club y la federación sindical estadounidense, la AFL-CIO- hasta grupos marginales. Han protagonizado una "fiesta del té en Seattle", vertiendo acero chino y carne de vaca hormonada en la bahía, e intentaron desbaratar las reuniones con teatro callejero, seminarios y toda una serie de actividades rara vez vistas desde los años sesenta.


Estos gruposalegan que la OMC ha ignorado los derechos de los trabajadores y ha intentado fulminar las normas medioambientales, de salud y de seguridad en nombre del libre comercio. Para la izquierda, el imperialismo estadounidense ha evolucionado y se ha convertido en un nuevo enemigo, cuyo nombre es globalización.


Resulta irónico que sea la izquierda la que se rebele contra la globalización, dado quela globalización es una de las fuerzas más progresistas del mundo actual. Por cada trabajo de baja especialización que se exporta desde un país industrializado como EE UU al Tercer Mundo se crean varios puestos nuevos en lugares como Malaisia, India y China, proporcionando a trabajadores de esos países la oportunidad de unirse al mundo moderno.


La izquierda argumenta que la globalizaciónempuja a la baja los salarios en los países pobres, al igual que en Occidente, y permite a las multinacionales explotar a los trabajadores de todo el mundo. Existen escasas pruebas empíricas que respalden esta proposición, y carece de sentido si se consideran las alternativas que tienen los trabajadores de los países pobres. En muchos países hay campesinos empobrecidos atados a la tierra que ansíandesesperadamente un empleo industrial y una vida urbana, y muchos empleados de empresas locales que no sólo son ineficaces, sino que además están engranadas con las élites políticas locales en una telaraña de amiguismo y corrupción.


La globalización en forma de inversión extranjera directa por parte de empresas multinacionales no sólo crea empleo, sino que amenaza directamente a esas éliteslocales al exponerlas a la competencia. La globalización es el soporte de la modernización, que conlleva la exigencia de una mayor transparencia y apertura, educación, técnicas de gestión que siguen las mejores prácticas y el escrutinio de los medios de comunicación de todo el mundo.


Thomas Friedman, en su obra The lexus and the olive tree, presenta el ejemplo de Indonesia bajo el régimenautoritario del presidente Suharto, en el que no se permitía a los que abogaban por la democracia criticar la corrupción del Gobierno, pero sí publicar críticas por el estilo contra la OMC. Con la mejora de los niveles de vida que trae la globalización, las sociedades crean una clase media en crecimiento, una población activa formada y una base más segura para las instituciones democráticasestables que la acción política propugnada por los manifestantes de Seattle.


La globalización plantea un severo reto para la izquierda. Lógicamente, una mayor movilidad de capital por todo el mundo también debería llevar a los trabajadores a organizarse a escala global, creando de hecho una nueva Cuarta Internacional. Cada vez que los sindicatos coreanos vayan a la huelga, John Sweeny, elpresidente del AFL-CIO, debería embarcarse en un avión y viajar a Seúl para animarles; los miembros del AFL-CIO deberían utilizar sus fondos para ayudar a los trabajadores chinos a organizar sus sindicatos.


Pero los trabajadores se enfrentan a un grave problema de acción colectiva: no hay sindicato o partido socialdemócrata que pueda movilizar a sus bases en torno a un programa para ayudar a los...