Una Corona Para El Rey

UNA CORONA PARA EL REY.
Para mi amiga María Elena Sevilla, a quien el tiempo no me dio la oportunidad de conocer, pero que en este espacio infinito que Dios creó he podido percibir, como un susurro del vieto.
Mil gracias.
Judás Mirafuentes.

Las manos de un artista, reflejan el espíritu del Genio, su alma, sus sentimientos. Como aves en pleno vuelo, tienen el poder de capturar la magia deun atardecer, bajo el idilio del viento…

Las manos del orfebre, pintor y escultor que una vez fue el protegido del Virrey Iturrigaray, pronto caerían en desgracia. Acusado de diseñar y forjar la Aureola con que sería coronado el mismo Iturrigaray como Rey de la Nueva España, José Luís Rodríguez Alconedo fue conducido ante el Tribunal del Santo Oficio, era el 18 de septiembre del año de 1808.Las manos del Artista temblaban.
Su inquisidor el Conde de Santa María de Peñasco, había mandado catear la residencia de Alconedo, en busca de la famosa Corona. Al no encontrar evidencia alguna, se expuso al prisionero a diversos careos, que lo llevaron a ocupar un sitio especial en el fuerte de San Juan de Ulúa “sin ropa, desnudo” hasta el 24 de julio de 1810 cuando zarpó en el navío “SanLeandro” rumbo a España, a cumplir su condena.
Como un indició de lo que sería su futuro, el pintor que un día fue comparado con Goya, estuvo perdido en el mar. Siete meses navegando a la deriva hasta que fueron rescatados por una fragata inglesa. Por fin llegaron a Cádiz, el 15 de febrero de 1811.
En mayo de este mismo año, o sea tres meses después, Alconedo recibió el indulto del Rey. Traslargos meses de penurias y hambre, sus manos vuelven a encontrar el susurro de viento y es bajo estas condiciones que pinta su famoso Autorretrato. Con una nueva técnica adquirida en España, llamada “pastel” Alconedo elabora el retrato de una señora salmantina, Doña Teresa Hernández Moro y el de una Dama Desconocida.
Al llegar a su tierra, víctima del rencor del Conde de Peñasco, Alconedo fue denueva cuenta prisionero. En esta ocasión su esposa Doña María Gertrudis Acuña, escribe al Virrey de la Nueva España una carta tan conmovedora, que le permitió obtener de inmediato la libertad. La carta terminaba diciendo “…está arruinándose cada vez más, (refiriéndose a su marido) inutilizado en practicar el primor de sus manos”
El primor de sus manos…que bien describían estas palabras la magia quecontenía el artista. El joven promesa nacido en Puebla de los Ángeles, había diseñado y forjado halos, cetros, cálices para las imágenes religiosas de los Conventos y Parroquias de la Colonia. El escudo de Armas de la Catedral de la Nueva España, era la gema de la corona, de sus trabajos con el clero.
Las manos del artista ahora temblaban, esas mismas manos que forjaron el Medallón alegórico aCarlos IV cincelado en plata y el Escudo de Armas colocado en las puertas de hierro que custodiaba la famosa estatua del Rey, con letras labradas en “bronce dorado y oro molido” Esas mismas puertas que años después fueron el símbolo de la Alameda central en la Cd. De México.

Lleno de angustia y decepción, Alconedo salió de prisión. Había decidido darle un nuevo giro al Don que le habíaconferido la naturaleza. El título que pendía en la entrada de su taller en la calle de Plateros equina con Portal de Mercaderes letra “C” y que al calce decía “”Profesor de Grabado y Académico de Honor de la Academia de las Tres Nobles Artes de San Carlos” fue el único testigo de su juramento.
Esa noche se entrevistó con algunos de sus amigos criollos que como él, compartían el deseo de la emancipaciónde la Madre Patria. La figura de Alconedo que antes luciera robusta y llena de vida, ahora parecía una sombra. El sabía que sus manos crispadas por la rabia, no podrían trabajar a detalle el “arte del engarzado” que tanta fama le había dado entre las mujeres de la Nueva España.
¿Cómo podrían sus manos replicar imágenes como la de San Pedro y Santa Teresa, obra insigne del maestro que pendía de...