Una gran sacudida

Una gran sacudida
por Pocillocortado ©2010
Soplaban los vientos de octubre. La espesa fila de automóviles en la carretera
PR-2 se endurecía en coágulos de acero. Era la usual estampa del Mayagüez
urbano a las cinco y pico de la tarde, en medio de la semana y el tapón. El sol se
despedía con un abanico de colores salmón y toda la familia de azules. Uno de los
conductores, un hombre joven conbarba sucia, mostraba indiferencia al espectáculo
sideral. Sus ojos estaban constipados por un llanto que colaba con fuertes
carraspeos y escondía bajo los cristales ahumados de sus gafas y auto de lujo.
Abría y cerraba su boca, respirando como si se asfixiara. Frente a su auto, la
carretera se bifurcaba: la trayectoria congestionada que devolvería a los
automovilistas al hogar y la otravía, una callejuela desierta de automóviles que
conducía a la playa. Acelerado, desvió el automóvil hacia la callejuela. Frenó de
cantazo y se estacionó al lado de un uvero playero. Tiró las gafas a un lado y
caminó apresurado a la orilla. Dejó caerse de nalgas sobre la arena y abandonó los
músculos y su voluntad al torbellino de su propio desconsuelo que lo atrapó en un
flujo rotativo desollozos. Cada gemido impulsaba otro con igual o mayor fuerza.
Dejó caer su cabeza sobre los codos recostados sobre las rodillas. El torrente
lacrimal estropeaba la fina tela de su camisa; al parecer, su ropa era lo menos que le
preocupaba en ese momento.
Un sollozo antes de que el hombre se desgarrara en caos con un ataque
neurasténico, la vorágine de llanto se cortó abruptamente con la arenasalpicada por
la corrida de un niño que pasó a toda prisa por su lado. A lo loco, el niño llegó hasta
el agua y se zambulló como un pelícano pescador. Con los ojos enrojecidos como si
hubiera llorado sangre, el joven le prestó atención. Notó que el chico no salía a flote
y comenzó a preocuparse. Con esfuerzo divisó la cabecita, pero percibió que ésta
flotaba a la deriva del oleaje. Entonces, selevantó de un salto como si lo inyectaran
con electricidad y se impulsó al mar para rescatar al infante. Al tirarse, una corriente
de agua lo atrapó en un espiral. Apenas había escapado de un atractor de agua de
llanto cuando cayó en otro de marea brava. Intentó nadar en contra, pero el vórtice
fortalecía el agarre conforme el hombre intentaba soltarse. Entre más energía el
hombre invertía parasalvarse, mayor era la fortaleza del vórtice y mayor la
desesperación de él por salvarse. El ciclo perdía equilibrio debido al cansancio del
hombre en sus brazos. También había tragado y aspirado mucha agua. Se rindió a
la deriva. Solo su cabeza sobresalía a flote. Así alcanzó a ver al niño con su carita
expresiva, su frente brillante adornada con un lunar en forma de luna sobre la cejaderecha, y un afro perfectamente redondo que le circundaba la cabeza como
aureola impermeable. El niño le hacía señas para que nadara hacia él. Con la poca
energía que le quedaba, el joven se dejó guiar por la cara del niño como farol. En la
medida que se le acercaba, la corriente lo favorecía sacándolo cada vez más hacia
la orilla. En la ruta dirigida por el niño y con un esfuerzo mínimo, eljoven logró
zafarse de la trampa acuática y ambos salieron del agua. El hombre se volcó en la
arena sobre sus manos y rodillas. Luego de toser toda el agua que le quedaba y de
inhalar todo el aire que pudo, buscó al niño. No lo vio a su alrededor. Se levantó y
dio una vuelta, pero en la playa solo se encontraba él y la esfera del crepúsculo que
rodaba hacia la penumbra. Sin embargo, él insistíaen buscar a su salvavidas. Lo
llamaba:
—¡Muchacho, ven acá, que te voy a dar algo!

Miró unas residencias del barrio vecino a la playa y comentó en voz baja:
—A lo mejor vives ahí…
Visiblemente resignado, pero aún perturbado, regresó a su auto y se marchó.
A la semana siguiente, el joven regresó a la misma playa en Mayagüez. Esta vez
afeitado y sosegado, portaba un barco de juguete de...