Una sed

Era una tarde rojisa y despejada, un poco calurosa pero con una briza ocacional tan gelida como los vientos del norte de Canada.

Aquel hombre cuyo nombre no quiero recordar se encontraba en lacentral de autobuses de el centro de la ciudad. Con sus ya tipicos vaqueros y una playera plagada de una tonalidad grisacea no se si de mugre u opaca ya de tanto uso, mocacines del mismo tono aunqueestos si estoy seguro de que era por suciedad, no excedia el metro ochenta de estatura y fumaba un cigarrillo con aquel gesto de satisfaccion tan peculiar de calmar las ansias de nicotina. Usaba gafasoscuras con forma de "gota" como para disimular las ojeras tan marcadas, casi tetricas diría yo.

Este caballero al cual llamaremos <Carlos> reflejaba un gesto de desepcion pero al ponerle unpoco mas de atencion tenia una mirada retacada de sed de venganza, y a el, no le gustaba la sed. Entre manos y mente corria un plan tan perfecto, tan escalofriante que el simple hecho de pensar en el leprovocaban sentimientos encontrados, por una parte incertidumbre de saber si iba a tener el valor de lograr su cometido y por la otra la tranquilidad de estar seguro de que todo saldria segun loplaneado.

Termino su cigarrillo y lo tiró a la acera con un extraño y brusco movimiento de dedos-muñeca tomo su saco de lona (del cual les mencionare su contenido más adelante) y se lo echo al hombro,Caminó hacia la taquilla susurrando una sarta de maldiciones al aire y tomo su lugar en la fila.
Delante de el habia una señora un tanto pasada de peso con un vestido anaranjado bastante ridiculo,tambien se encontraba un caballero de mediana edad muy elegante y bien vestido con un pantalon azul, camisa rayada y un sombrero el cual de no ser que estaba en donde estaba y estaba por los motivos queestaba hubiera hurtado con gran facilidad. Ya a punto de un ataque esquisofrenico era su turno de pasar con la vendedora, la chica de unos 20 años, cabello negro asabache e impresionantemente lacio...