Viaje al centro de la tierra

Viaje al centro de la Tierra
Julio Verne

I
El domingo 24 de mayo de 1863, mi tío, Lidenbrock, regresó a su casa, situada en el número 19 de la könig-strasse, una de las calles más antiguas del barrio viejo de Hamburgo.
Marta, su excelente criada, azaróse de un modo extraordinario, creyendo que se había retrasado, pues apenas si empezaba a cocer la comida en el hornillo.
“Bueno” “pensé paramí”, si mi tío viene con hambre, se va a armar la de San Quintín; porque dificulto que haya un hombre de menos paciencia.

Pero, como mi carácter tímido no es el más a propósito para hacer entrar en razón al más irascible de todos los catedráticos, disponíame a retirarme prudentemente.

Y me precipité en el despacho de mi irascible maestro. Otto Lidenbrock.
Era profesor del Johannaeum, dondeexplicaba la cátedra de mineralogía, enfureciéndose, por regla general, una o dos veces en cada clase.

Enseñaba subjuntivamente, según una expresión de la filosofía alemana; enseñaba para él, y no para los otros.

En Alemania hay algunos profesores de este género.
Mi tío no gozaba, por desgracia, de una gran facilidad de palabra, por lo menos cuando se expresaba en público, lo cual, para unorador, constituye un defecto lamentable.
Hay en mineralogía muchas denominaciones, semigriegas, semilatinas, difíciles de pronunciar; nombres rudos que desarrollarían los labios de un poeta. Como cristalizaciones romboédricas, resina retinasfálticas, selenitas, las tungtitas, se puede perdonar a la lengua más expedita que tropiece y se haga un lío. Es muy cierto que contaba siempre con grannúmero de oyentes en su aula, iban sólo a divertirse a costa del catedrático. Como quiera que sea, no me cansaré de repetir que mi tío era un verdadero sabio. Por su modo de romperse, su aspecto y su dureza, por su fusibilidad y sonido, por su olor y su sabor, clasificaba sin titubear un mineral.

Por eso el hombre de Lidenbrock gozaba de gran predicamento en los gimnasios y asociacionesnacionales. Esta ciencia le era deudora de magníficos descubrimientos, y, en 1853 había aparecido en Leipzig un Tratado de Cristalografía trascendental, por el profesor Otto Lidenbrock.
Tal era el personaje, con una salud de hierro y un aspecto juvenil que el hacía aparentar diez años menos de los cincuenta que contaba.

Añadido que siempre lo hacía con los puños sólidamente apretados, señal de suimpetuoso carácter.

Vivía en su modesta casita de König-strasse. Cierto que la tal casa estaba un poco inclinada y amenazaba con su vientre a los transeúntes; que tenía el techo caído sobre la oreja, como las gorras de los estudiantes de Tugendbund; que la verticalidad de sus líneas no era la más perfecta.
Mi tío para profesor alemán, no dejaba de ser rico. Compartíamos con él la vida su ahojadaGraüben de 17 años, la criada Marta y yo, que me dedique a las ciencias mineralógicas.

II

Era éste un verdadero museo. Todos los ejemplares del reino mineral se hallaban rotulados en él y ordenados perfectamente.
Cuando entré en el despacho, mi tío tenía entre sus manos un libro contemplándolo.
-¡Qué libro! – repetía sin cesar.
Recordándome que el profesor Lidenbrock era tambiénbibliómano.

Mi tío cerró el libro
-¡Esta obra- respondió mi tío- es el Heimskringla, ¡es la crónica de los príncipes noruegos que reinaron en Islandia! Se trata de un manuscrito, que según la tradición, fueron inventados por el mismo Odín.

Mi tío, Desplegó sobre la mesa un pergamino. Quiero dar al lector tan extravagantes signos, por haber sido de ellos los que impulsaron al profesor y a su sobrinoa emprender la expedición del siglo XIX:

Pero… ¿qué significan?
El profesor sabía por que era un políglota.
Mi tío no quiso comer y yo como buen sobrino comí por los dos.

III

-Se trata de un escrito numérico, decía el profesor…
-Siéntate ahí, y escribe- me dijo mi tío

Empezó a dictarme:

mm.rnlls esreuel seecJde
sgtssmf unteief niedrke
kt,samn atrateS Saidrrn...