Yatiri y el hada de las brumas

Lejos, muy lejos de aquí, en una comarca poblada de cóndores y llamas, se extendía una llanura inmensa. Y allí, en un pequeño pueblo, vivía un joven aimara: Yatiri.
A Yatiri le gustaban los ponchos que su mamá tejía con la lana de las llamas, el vergel desbordante de mangos, de guayabas y de naranjas, y la gran pradera donde pacían los animales.
Aquel año, ¡no había llovido!
En el cielo ni unanube, en la tierra ni una gota de agua.
Los árboles estaban sin frutos, las hierbas se iban resecando. ¡Poco a poco, la pradera se iba convirtiendo en un desierto!
—Esta sequía es muy grave —anunció el padre de Yatiri— Los animales ya no encuentran nada para comer.
— ¡El Hada de las Lluvias, hija del genio de los Océanos, nos abandonó! —Suspiró su madre—. ¡Vamos a tener que irnos de aquí, nopodremos sobrevivir en un desierto!
¿Irse? ¿Dejar su casa, las queridas llamas, los árboles?
Yatiri se precipitó afuera para mirar el cielo.
Miles de estrellas centelleaban como velitas, y la Luna lo estaba mirando, benévola.
— ¿Mamá -Luna, por favor, podrías traer de vuelta al Hada de las Lluvias?—preguntó Yatiri.
—Lo lamento, mi niño, no puedo ayudarte —respondió Mamá Luna. El Hada de las Lluvias seenamoró del Genio de los Bosques y se fue con él.
—No lloverá más aquí. Nunca más...
—Pero entonces, ¿qué podemos hacer? —se lamentó Yatiri.
—Escucha tu corazón —respondió Mamá Luna, ¡él te guiará!
Con la garganta apretada, Yatiri volvió a su casa, a acostare.
Al día siguiente, Yatiri fue a caminar por el desierto, en busca de una señal, de una idea...
De repente, divisó un ave de plumas café queyacía en el suelo, inmóvil.
Se acercó despacito y descubrió que era un cóndor joven.
— ¿Estás herido? —le preguntó Yatiri.
—No logro levantarme —dijo el cóndor—, me lastimé un ala.
— ¿Caíste del cielo?
—Sí... Esta mañana, salí del nido por primera vez. ¡Volé tan alto que casi toqué el Sol! ¡Luego me dirigí hacia la llanura, pero un viento violento me echó abajo y zas!
—No te preocupes —lotranquilizó el niño—, yo te voy a cuidar. Me llamo Yatiri.
—Yo, soy Alaya.
Siguiendo lo que le dictaba su corazón, Yatiri llevó al joven cóndor en su espalda hasta el pueblo.
Algunos días más tarde, Alaya se había recuperado.
— ¡Los mensajeros del Sol! exclamó la madre de Yatiri apuntando al cielo con el dedo.
Dos cóndores volaban hacia la casa.
Su pesado aleteo partía los aires.
— ¡Mamá! ¡Papá! —ExclamóAlaya—. ¿Cómo me encontraron?
—Una llama nos avisó —explicó su mamá y luego, mirando a Yatiri, dijo—. Gracias, mil gracias, mi pequeño. ¿Qué quisieras para ti, a cambio?
— ¿Podrías llevarme hasta el Genio de los Océanos? —Suspiró Yatiri—. Me gustaría que traiga a su hija, el Hada de las Lluvias, para mi pueblo.
Enseguida, Yatiri se encontró sentado en el lomo del padre cóndor, mientras, que Alayase instalaba sobre el de su madre.
De un aleteo, se elevaron por los cielos. Abajo, el desierto se veía como una inmensa alfombra de arena con reflejos dorados, salpicado por enormes rocas redondas y lisas.
Los cóndores se posaron en la orilla del mar.
¡Genio de los Océanos! —Llamó en seguida Yatiri—.¡Genio de los Océanos!
De golpe, se levantaron unas olas gigantescas que se rompieron en la playa,espumosas.
El pequeño niño indio retrocedió, aterrorizado.
— ¿Qué quieres de mí? —tronó una voz poderosa.
—No tenemos más agua —explicó Yatiri—. Nuestra llanura se convierte en un desierto.
— ¿Podrías devolvernos a tu hija, el Hada de las Lluvias?
— ¡imposible! —Respondió el Genio de los Océanos—. Está con su bien amado. No puedo pedirle que vuelva. No tengo derecho a amargar su felicidad.
—¡Pero todos los animales van a morir de hambre y de sed! —explicó Yatiri, desesperado.
—Es cierto —dijo el Genio—. Ya que tuviste el coraje de venir hasta mí, voy a recompensarte. De ahora en adelante, mandaré a mi segunda hija a visitarles por las mañanas con la aurora. Ahora, regresa a tu casa.
El pequeño Yatiri agradeció al Genio de los Océanos.. Sin comprender.
¿Una segunda hija? ¿Cómo podría...