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Páginas: 7 (1638 palabras) Publicado: 12 de octubre de 2015
EL DESCENDIENTE

Al consignar sobre lo que el doctor me dice en mi lecho de muerte, mi más espantoso temor es que el hombre esté equivocado. Supongo que me enterrarán
la semana que viene; pero...
En Londres hay un hombre que grita cuando tañen las campanas de la iglesia.
Vive solo ton su gato listado en Gray’s Inn, y la gente le considera un loco inofensivo. Su habitación está llena de librosinsulsos y pueriles, y hora tras hora
trata de abstraerse en sus débiles páginas. Todo lo que quiere en esta vida es
no pensar. Por alguna razón, el pensar le resulta espantoso, y huye como de la
peste de cuanto pueda excitar la imaginación. Es muy flaco, y gris, y está lleno
de arrugas; pero hay quien afirma que no es tan viejo corno aparenta. El miedo
ha clavado en él sus garras espantosas, y elmenor ruido le hace sobresaltarse
con los ojos muy abiertos y la frente perlada de sudor. Los amigos y compañeros le rehúyen porque no quiere contestar a sus preguntas. Los que le conocieron en otro tiempo como erudito y esteta dicen que da lástima verle ahora. Ha
dejado de frecuentarles hace años, y nadie sabe con seguridad si ha abandonado el país, o meramente ha desaparecido en algún callejónoscuro. Hace ya
una década que se instaló en Gray’s Inn, y no ha querido decir de dónde había
venido, hasta la noche en que el joven Williams compró el Necronomicon.
Williams era un soñador, y sólo tenía veintitrés años; y cuando se mudó a la
casa antigua, percibió en el hombre arrugado y gris de la habitación vecina algo
extraño, un soplo de viento cósmico. Le obligó a admitir su amistad cuando losviejos amigos no se atrevieron a imponerle la suya, y se maravilló ante el espanto que dominaba a aquel hombre lúgubre y demacrado que observaba y
escuchaba. Porque nadie podía dudar que andaba siempre vigilando y escuchando. Vigilaba y escuchaba con la mente más que con la vista y el oído, y
pugnaba a cada instante por ahogar alguna cosa en su incesante lectura de
alegres e insípidas novelas. Ycuando las campanas de la iglesia empezaban a
tañer, se tapaba los oídos y gritaba, y el gato gris que vivía con él maullaba al
unísono, hasta que se apagaba reverberando el último tañido.
Pero por mucho que Williams lo intentaba, no conseguía que su vecino le
hablase de nada profundo u oculto. El anciano no vivía de acuerdo con su aspecto y su conducta, sino que fingía una sonrisa y un tonoligero, y parloteaba
febril y frenético sobre alegres trivialidades; su voz se elevaba y se embrollaba
a cada instante, hasta que acababa en un falsete aflautado e incoherente. Sus
intrascendentes observaciones delataban con claridad que sus conocimientos
eran profundos y serios; y a Williams no le sorprendió oírle contar que había
estado en Harrow y en Oxford. Más tarde descubrió que era nada menosque
lord Northam, de cuyo antiguo castillo hereditario en la costa de Yorkshire tantas historias extrañas se contaban; pero cuando Williams quiso hacerle hablar
de su castillo y de su supuesto origen romano, él negó que hubiese nada fuera
de lo normal en él. Incluso dejó escapar una destemplada risita cuando salió a
relucir el tema de un supuesto segundo nivel de criptas excavadas en la roca
viva delprecipicio que mira ceñudo al Mar del Norte.
Así andaban las cosas, hasta la noche en que Williams regresó a casa con el
Necronomicon, del árabe loco Abdul Alhazred. Conocía la existencia de este
libro desde los dieciséis años, en que su incipiente pasión por lo insólito le impulsó a hacerle extrañas preguntas a un viejo y encorvado librero de Chandos

Street; y siempre se había preguntado porqué los hombres palidecían cada
vez que hablaban de dicho libro. El viejo librero le había contado que sólo se
sabía que hubieran sobrevivido cinco ejemplares a los consternados decretos
de los sacerdotes y legisladores, y que todos ellos los guardaban bajo llave,
con temeroso cuidado, los conservadores que se habían atrevido a iniciar la
lectura de sus odiosos y negros caracteres. Pero ahora, al...
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