Ballard
J.G. Ballard
* * *
DURANTE TODO EL DIA, y a menudo en las primeras horas de la mañana, se oía el ruido de los pasos que subían y bajaban por la escalera. El cubículo de Ward había sido instalado en un cuarto estrecho, en la curva de la escalera entre el cuarto piso y el quinto, y las paredes de madera terciada se doblaban y crujían con cada paso en las vigas de un ruinosomolino de viento. En los tres últimos pisos de la vieja casa de vecindad vivían más de cien personas, y a veces Ward se quedaba despierto hasta las dos o tres de la mañana, tendido de espaldas en el catre, contando mecánicamente el número de inquilinos que regresaban del estadio cinematográfico nocturno a tres cuadras de distancia. A través de la ventana alcanzaba a oír unos largos fragmentos dediálogo amplificado que resonaban sobre los techos. El estadio no estaba nunca vacío. Durante el día la grúa alzaba el vasto cubo de la pantalla, despejando el terreno donde se sucederían luego los partidos de fútbol y las competencias deportivas. Para la gente que vivía alrededor del estadio el estruendo debía de ser insoportable.
Ward, por lo menos, disfrutaba de cierta intimidad. Hacía dos meses,antes de venir a vivir a la escalera, había compartido un cuarto con otros siete en un piso bajo de la calle 755, y la marea incesante que pasaba junto a la ventana le había dejado un agotamiento crónico. La calle estaba siempre colmada de gente: un clamor interminable
de voces y de pies que se arrastraban. Cuando Ward despertaba a las seis y media, y corría a ocupar su sitio en la cola delbaño, las multitudes ya cubrían la calle de acera
a acera, y los trenes elevados que pasaban sobre las tiendas de enfrente puntuaban el estrépito cada medio minuto. Tan pronto como Ward vio el anuncio que describía el cubículo decidió mudarse, a pesar de lo elevado del alquiler. Como todos se pasaba la mayor parte del tiempo libre examinando los avisos clasificados en los periódicos, cambiandode vivienda por lo menos una vez cada dos meses. Un cubículo en una escalera seria con certeza algo privado.
Sin embargo, el cubículo tenía también sus inconveniencias. La mayoría de las noches los compañeros de la biblioteca iban a visitar a Ward, necesitando descansar los codos luego de los apretujones de la sala de lectura. El piso del cubículo tenia una superficie de poco más de cuatrometros cuadrados y medio, medio metro cuadrado más del máximo establecido para una persona, los carpinteros habían aprovechado, ilegalmente, el hueco dejado por el tubo de una chimenea empotrada. Esto había permitido poner una sillita de respaldo recto entre la cama y la puerta, de modo que no era necesario que se sentara más de una persona por vez en la cama. En la mayor parte de los cubículossimples el anfitrión y el huésped tengan que sentarse en la cama uno al lado del otro, conversando por encima del hombro y cambiando de lugar de cuando en cuando para evitar que se les endureciera el cuello.
—Has tenido suerte en encontrar este sitio—no se cansaba de decir Rossiter, el más asiduo de los visitantes. Se reclinó en la cama señalando el cubículo—. Es enorme, una perspectiva que davértigos. No me sorprendería que tuvieras aquí cinco metros por lo menos, quizá seis.
Ward meneó categóricamente la cabeza. Rossiter era su amigo más íntimo, pero la búsqueda de espacio vital había desarrollado reflejos poderosos.
—Sólo cuatro y medio. Lo he medido cuidadosamente. No hay ninguna duda.
Rossiter alzó una ceja.
—Me asombras. Tiene que ser el cielo raso entonces.
Elmanejo de los cielos rasos era un recurso favorito de los propietarios inescrupulosos. E] alquiler se establecía a menudo por el área del cielo raso, e inclinando un poco hacia afuera las particiones de madera terciada se incrementaba la superficie del cubículo, para beneficio de un presunto inquilino (muchos matrimonios se decidían por este motivo a alquilar un cubículo simple) o se la reducía...
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