Bruno Portuguez
La historia le jugo sucio al arte del retrato, digamos, a ese viejo oficio entre óleos y trementinas. Primero la cámara fotográfica desplazó un tanto alpulso retratista, y luego, la famosa era de la reproducción técnica hizo lo propio perfeccionando el desplazamiento. Inmediatamente después, el advenimiento de la posmodernidad con su peculiar y superfluoplacer por la carrera de caballos de lo novedoso, arrimó un tanto más el oficio retratista hacia el vacío comercial. Solo faltaba la estocada final, cosa que quizá cumple a cabalidad la era del artedigital y los nuevos medios. Pero el retrato vive como disciplina. Bruno Portugués (Lima, 1956) es un artista que trabaja intensamente el retrato, el retrato hecho a mano. El retrato hecho a mano noes sino el oficio de conjugar vida propia y vida otra: el pulso del retratista hacia el impulso del retratado, y viceversa. La cosa es que, ciertamente, hacer un retrato involucra el trabajo profundode la expresión, del gesto, de la mirada que se materializa gracias al temperamento recreador sobre pinturas de luz u oscuridad.
En “100 retratos de Viento y Fuego” (enero, 2008), Bruno nos ofreceaños de convicción, de fe en el retrato. Un serie de trabajos que muestran la destreza técnica en diversos materiales, como el óleo, la tinta o el carboncillo; una serie de casi cien trabajos que vuelvenuna y otra vez al temperamento característico Bruno: la pincelada en bloque y agitada, la intensidad encendida de los colores, los contrastes encaballados, los trazos de valor animados, las tintasfugaces de lapicero o las concretas de pincel. Además, consideremos la variedad de formatos (llegando incluso a dos miniaturas, de las cuales una es un excelente autorretrato) que simplemente ratificanla versatilidad del artista. Esta demostración técnica, aunque desigual en instantes, no deja de invitar al trabajo y al reconocimiento, avivando en todos sentidos el oficio de retrato.
Bruno...
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