consumismo y nuevos pobres
felicidad y garantizar la subsistencia se debe ofrecer algo a cambio. “Nada es gratis: se
trata siempre de unquid pro quo…”.1
La segunda, que llamamos la premisa de la razón
acumuladora, exige esforzarse con ritmo sostenido para aumentar progresivamente el
propio patrimonio, aun lograda la satisfacción.Lo racional es procurar siempre acrecentar
más los propios bienes por medio del trabajo. No obstante, ambas creencias –defendidas
de manera expresa por los partidarios de este ethos– no bastan paraconsolidar el trabajo
como pauta de comportamiento vital y moralmente necesaria. Bauman asevera que
también es preciso contar con dos presunciones que le den sentido. Primeramente, se
supone que lamayoría de los hombres “tiene una capacidad de trabajo que vender y
puede ganarse la vida ofreciéndola para obtener a cambio lo que merece”.2
Por tanto,
trabajar es normal; no hacerlo, anormal. Ensegundo lugar, se considera que el trabajo
social y económicamente apreciado es el único valioso desde el punto de vista moral.
La burguesía industrial europea del siglo XIX se valió de la éticadel trabajo para
intentar satisfacer la demanda de mano de obra que requería el nuevo régimen de
industrialización y para incentivar a los asalariados en sus tareas. Sin embargo, había en
todo estoun claro inconveniente: el planteo aún daba lugar a la elección y sus
destinatarios no lo acataban con facilidad. Así, a pesar de su moderada fuerza
persuasiva, la ética del trabajo corrió mejorsuerte como un discurso legitimador de
ciertos dispositivos –entre los cuales Bauman resalta los poorhouses– que procuraban
imponer disciplina sin importar la convicción moral de los sujetos. Y si, noobstante la
presión de dichas prácticas disciplinarias, algunos individuos no se adaptaban al nuevo
régimen, la ética del trabajo justificaba su situación de desamparo. Poco y nada merecía
quien...
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